El nombre de Florence Foster Jenkins no dice nada hoy. Fue un fenómeno fugaz, pero multitudinario el pasado siglo. Famosa como lo son actualmente cantantes como Susan Boyle (la versión inglesa de Operación triunfo ) o Rosa en España. Solo que Foster Jenkins apuntaba más alto, a los templos de la ópera de su tiempo. Sorprendentemente llegó a cantar en uno de los auditorios más reputados del mundo, el Carneghie Hall de Nueva York. Esa fue su cima. Un mes después murió.

La paradoja es que esta es la historia del éxito de una mujer, multimillonaria, cuya voz era una nulidad. Y sobre esa voz intratable se sobrepuso el carisma, el fervor de las masas que la corearon y la aplaudieron.

¿Qué quedó de ella? Fragmentos de informaciones, artículos en revistas, un par de entrevistas previas a su recital en el Carneghie, y que fue una mujer tremendamente feliz. De ahí ha salido una comedia teatral, Glorious. La peor cantante del mundo , escrita por el inglés Peter Quilter.

"Ella vivía en una burbuja de felicidad, de fantasía", afirma Joseph O´Curneen, el director y traductor de esta función, que se representa hoy en Mérida y mañana en Cáceres.

O´Curneen forma parte del grupo Yllana, al que le fue encomendada esta obra, aunque el peso principal de la dirección recayó en él. "Pero los demás colaboraron en algunos momentos, para potenciar la comicidad", señala el actor y director. Yllana es uno de los grupos cómicos más exitosos del teatro actual. Funciona casi como un emporio : montan sus propias obras, distribuyen espectáculos o dirigen otros, como este de Glorious, la peor cantante del mundo . "Nos pareció una obra bien escrita, con una historia muy curiosa porque cuenta la vida real de un personaje extraordinario".

En escena, Llum Barrera se convierte en esa cantante que desafinaba, y cuyo padre se opuso a sus veleidades artísticas. A la actriz le gusta cantar "y aquí he tenido que aprender a desentonar". Cómica desde casi el mismo momento en que decidió dedicarse a la actuación, Barrera andaba un poco harta del éxito de su comicidad. "Me aburría de hacer solo gracietas. Y a los productores les cuesta verte en algo que no sea comedia. Quería hacer historias que tuvieran diálogos, como esta obra".

Glorius , que se centra en los últimos años de la mala cantante, es una comedia con canciones, que, según su protagonista, recuerda a las comedias sofisticadas de los años 30 y 40 del Hollywood clásico, de autores como Ernst Lubistch. "Muestra a una gente que vive en una burbuja social, al margen de lo que está ocurriendo entonces, la segunda guerra mundial. Son personajes alocados, irreales". ¿Y ve a su personaje compitiendo en una de esas operaciones triunfo ? "Posiblemente se presentaría al concurso, o ni siquiera eso, como era multimillonaria lo hubiera comprado. Tiene esa parte de patetismo de alguien que no sabe cantar y de ternura por el empeño en cumplir su sueño sin hacer daño a nadie, como ocurrió".

Junto a la cantante, un pianista (Angel Ruiz), que sorprendido por la mala calidad vocal de la mujer quiso renunciar a su trabajo, hasta que ella le ofreció quintuplicar el sueldo que ganaba en un bar. A través de este pianista, señala Joseph O´Curneen, se cuentan fragmentos de la historia de la mujer, así que la obra no es estrictamente su autobiografía sino "una comedia de situación".

"¿Cómo podía alguien con tan poco talento estar tan llena de felicidad?", se pregunta Peter Quilter en las notas de producción de su obra. "Tiene algo que ver con vivir la vida como uno quiere, yo creo. Perseguir tus sueños y ser sordo a todas las críticas. Florence nunca oyó los abucheos ni las risas, sólo oía los aplausos".