Un discurso de aceptación del Nobel largo pero muy acogedor y luminoso fue el de la premio Nobel Olga Tokarczuk la noche del sábado en la Academia Sueca de Estocolmo. En su lectura tardó más del doble del tiempo empleado por Peter Handke, contestadísimo nobel del 2019. Quizá el del austriaco haya sido uno de los más breves de la historia de los premios. También evocadora, poética y quizá por ello particularmente densa, la lectura de Handke no proyectó luz alguna sobre las preguntas y el debate, casi universal, que se ha planteado con su galardón: ¿es lícito anteponer la literatura a las ideas políticas? Si alguien buscaba una respuesta o una justificación de sus palabras y sus escritos en los años 90 a favor de su posición proserbia en la guerra de Yugoslavia no los encontrará aquí. Pese a que la entrada de Handke (junto a Tokarczuk) fue muy aplaudida en la sala de la academia y el acto discurrió por los canales de la elegante diplomacia habitual, los organizadores controlaron en todo momento quién podía aplaudir o no al autor. La prensa, por ejemplo, solo pudo seguir los discursos por streaming, a diferencia de años anteriores y del resto de las lecturas de los otros premios Nobel del día, por razones de seguridad.

La lectura de Handke tuvo el mismo comienzo que la de Tokarczuk -una evocación de la madre- como motor de su vocación narrativa. No habló del caso serbio pero sí de lo que representó para su familia la segunda guerra mundial. Dejó caer también alguna frase, quizá con trasfondo: «Gracias a la televisión crees que sabes cosas que en realidad no sabes». Y siguió poéticamente hablando del hombre, de cómo la naturaleza tan querida por este escritor andariego se opone a la guerra. El discurso de la escritora polaca Olga Tokarczuk, un prodigio de calidez y de saber estar en el mundo fue una defensa de cómo las narraciones nos sirven para explicar un mundo «contado por un idiota, lleno de ruido y de furia». Sí, este mundo dirigido por internet «para el que no tenemos narraciones listas» ni para el futuro ni para el presente, también le cuadra la cita de Shakespeare.