Durante la segunda guerra mundial, los países bálticos quedaron «atrapados entre Hitler y Stalin. Lituania literalmente desapareció del mapa. Fue una triple tragedia: ocupados por los soviéticos, por los alemanes y de nuevo por los soviéticos. Mientras, los nazis exterminaron a los judíos. Y tengo la sensación de que el mundo no se dio ni cuenta». La que así habla es Ruta Sepetys(Detroit, 1967), hija de refugiados y nieta de un oficial del Ejército lituano. Con su familia, huyó a EEUU y ahora ha rescatado en forma de novela el holocausto que sufrió su país a manos de Stalin, que deportó a miles de personas a los gulags siberianos. 'Entre tonos de gris' (Maeva), su revelador debut literario, bebe de los relatos de supervivientes, algunos de ellos, miembros de su familia cuyo único delito, según Stalin, «fue tener relación con mi abuelo».

«Ni mi abuelo ni mi padre me hablaron nunca de lo que pasó pero cuando viajé a Lituania entendí por qué: se sentían culpables por escapar y que sus familiares hubieran sufrido por ellos», confiesa Sepetys, cuya afición al arte salpica la ficción de pinturas de Munch: «Introduzco hasta 33 referencias a sus obras porque expresan el amor, la muerte, el dolor y el sufrimiento de aquella gente y vi en ellas muchos paralelismos con lo que me explicaron los supervivientes».

Experiencias con las que arma la historia de una joven de 15 años, enviada con su madre y su hermano en vagones de ganado a los campos de trabajo forzado, donde son pasto del hambre, el frío, la enfermedad o las balas de los guardias de la NKDV, la brutal policía política.

«Los supervivientes afirman que era una lotería de vida o muerte. Y que aunque allí algo de ti moría, algo renacía en su lugar. En su caso, un patriotismo profundo, que les impelía a ayudarse los unos a los otros». Tampoco fue fácil volver tras cumplir condena. «Fueron tratados como animales, no tenían derecho a la educación ni a alquilar un piso. Hallaron sus casas ocupadas por rusos que usaban sus cosas. Y tenían prohibido hablar de lo sufrido. Un hombre que escribió sobre ello en un artículo fue deportado de nuevo, estuvo en ocho gulags. Un psicólogo que los trató me contó que estaban tan traumatizados y atemorizados que eran incapaces de hablar y superarlo».

ARTE CLANDESTINO

La joven protagonista de 'Entre tonos de gris', prometedora artista, deja testimonio del día a día en el gulag en sus dibujos clandestinos. «Muchos deportados expresaron el horror con arte, música o poesía aunque corrían el riesgo de morir si los soviéticos los pillaban. Los que volvieron enterraron sus testimonios anónimamente en cajas de metal, unas cápsulas del tiempo que empezaron a hallarse en Lituania, Estonia y Letonia a finales de los 80, con la independencia de los países bálticos. Pero -lamenta- aunque a los mayores les preocupa que se pierda su historia y creen que no hay que olvidar para que las generaciones futuras aprendan y esos crímenes no se repitan, los jóvenes, no quieren cargar con tragedias del pasado».