Si las estrellas de rock fueran trajeadas, contestaran con cortesía diplomática y estuvieran carentes de glamour serían como Ken Follett. El lo ve de otra manera. "Cuando las estrellas de rock se acuestan, yo me levanto", dice, evidentemente complacido con la comparación. Al escritor galés solo le faltó ser sacado a hombros de la vieja catedral de Vitoria, donde ayer presentó la continuación de su superventas Los pilares de la tierra , Un mundo sin fin , que desde su lanzamiento el 28 de diciembre tiene 1.100.000 ejemplares de ejemplares en castellano en la calle.

En la capital alavesa están emocionados porque con la inspiración que Follett ha encontrado en su vieja seo en vías de restauración --los problemas estructurales son los mismos que los de la catedral de Kingsbridge de sus novelas-- el autor ha colocado a la ciudad en el mapa literario internacional, sector best-sellers, y así consta en los agradecimientos. Para no ser menos, los alaveses descubrirán hoy una estatua del escritor.

Dieciocho años después de aparece Los pilares de la tierra , Follett habla de su miedo antes de la salida de la secuela: "Lo tuve. Muchos lectores se han acercado para decirme que es la mejor novela que han leído y ofrecer una continuación del mismo nivel a esas expectativas era muy arriesgado, pero parece que la recepción es buena".