Hay diferencia entre contar un cuento y narrar una historia; entre viralizar una mentira y relatar una vivencia; entre inventar una aventura o novelar un embuste. Pero donde no existen las diferencias es en la premisa clara de todo relato: y es que contar bien una historia es una cuestión de arte. Y así, con la obra El Arte de contar bien una historia. 101 estrategias para el storytelling (Editorial Alienta, 2020) el narrador de cuentos profesional, como así mismo se define, Héctor Urién (Madrid, 1977) nos plantea 101 estrategias para que aprendamos a contar bien una historia a través de un compendio de técnicas, que pueden resultarnos útiles tanto en nuestra vida personal como profesional. Técnicas que enriquecerán nuestras relaciones laborales, estrechará lazos con posibles clientes ahora que el contacto humano no es posible, y que ayudarán a que nuestro día a día y el de los demás sea un poco más agradable y entretenido.

No hay nada como un relato bien hilado para huir de las decepciones o, sencillamente, convertir en gesta pequeños triunfos diarios. Cuentos o no, saber contar es una práctica herramienta. Eso sí, recuerden que la mentira tiene poco recorrido y que para enmendar ese terrible error no hay estrategia que valga. Al menos, desde aquí, no vamos a ayudar a contarla. Pasen y lean.

-En época de cuarentena, ¿quien sabe contar bien una historia tiene un tesoro?

-Sí… porque tiene una forma de evasión mental que no tiene quien no sabe contarle a otro. Una comunicación plenamente humana en un descanso de las pantallas.

-¡No me cuentes cuentos! escuchamos a menudo…, pero en su experiencia como lector y ‘contador’, ¿cuánta verdad ha encontrado en estas historias de nuestra infancia?

-Creo que muchos cuentos, y los de la infancia especialmente, son espejos, y su lectura o su escucha te devuelven lo que eres, lo que te preocupa, lo que ves. Por eso la misma historia significa cosas distintas para distintas personas o en diferentes momentos de la vida. Lo importante es que al contarla no trates de influirla demasiado, para que el otro que escucha pueda hacer su propio viaje. Y disfrutar mucho, claro.

-Nos cuenta 101 técnicas de cómo pasar a una anécdota y convertirla en una historia que atraiga al oyente, e incluso que se convierta en viral… ¿cómo se hace?

-No hay ninguna forma prescriptiva ni infalible, pero hay juegos, propuestas (que yo llamo estrategias) por donde puedes empezar o aplicar a tu relato para que sea más interesante, mejor, más eficaz, más magnético. Cada una es el dibujo de un camino y que lleva tiempo dominar a la perfección. Ahora, si te haces muy hábil en 10-12, alcanzarás la maestría y tendrás a mano, para ti y para quien te escuche, una herramienta llena de disfrute y comunicación.

-¿Qué importancia tiene por ejemplo, el ‘realismo mágico’ en una historia?

-El ‘realismo mágico’ es una forma de contar, una estrategia más. Si te gusta utilizarlo, lo disfrutarás mucho y comunicarás de manera inconsciente muchos conceptos y emociones. Además, es algo muy propio del contar con palabras, donde todo puede superponerse y una pareja que se acaba de conocer y enamorar, pueden volver cada cual volando a su casa.

-Aconseja usar filtros de sensibilización, ¿siguen siendo los sentimientos más poderosos que las palabras adecuadas?

-Más que a los sentimientos, con esa expresión me refiero a que aconsejo usar palabras que reflejen el mundo sensible, frente a hacerlo con palabras abstractas. Es lo que llamo un lenguaje mostrado frente al explicado que, por razones que doy en el libro, le es más natural a la narración. Me refiero a que en lugar de decir «Juan está triste» es mejor decir «Juan llora», por ejemplo. O más allá, como dice Leonard Cohen, en principio hablar de «una higuera» es más expresivo que hacerlo de «un árbol». Esas son, creo yo, las palabras adecuadas para la narración.

-Cuéntenos un secreto para que los padres podamos amenizar estas tardes de encierro…

-Especialmente, si vas a contarle una historia a un niño que no es demasiado pequeño, aconsejaría que llevara algún elemento de ‘mal’.

-¿Que tres secretos debe tener un cuento oral?

-Un cuento oral debe tener símbolos, que quien narre el cuento tenga la estructura muy clara (aunque no lo cuente de forma lineal), más un final, claro, sorprendente y necesario.

-¿Las palabras se desgastan?

-Sí. Y no solo las palabras, los hechos cuando se vuelven cotidianos, se desgastan. Nuestro cerebro está preparado para buscar el concepto, comprender, y no detenerse más de lo necesario en sentir algo. Supongo que es instinto de supervivencia. Una palabra o una expresión pierden valor emocional a medida que se manosea. Unamuno lo dijo más o menos así: «El primero que dijo tus dientes son perlas, era un genio; el último que lo ha dicho, es un necio». Lo bueno es que gracias a esa propiedad, los poetas nuevos siempre serán necesarios.

-¿Cual es su cuento favorito?

-Va por épocas. En Las mil y una noches mi cuento favorito largo es la historia de Juder Ben Omar; medio, la historia de la ciudad de Labayt; y como cuento corto, la historia de Abu Nowas cuando el médico le prohibió beber vino.

-Recomiéndenos tres libros para pasar la cuarentena lo mejor posible...

SEnDHerejes, de Chesterton, que provoca una sacudida intelectual y una curiosa forma de felicidad. El año del cometa, de Álvaro Cunqueiro, como novela de un año donde ocurrió un prodigio como el que vivimos ahora. Y para compartir con los niños, Cuando el mundo era joven todavía, de Jürg Schubinger.