La artista cacereña Consuelo Hernández recibe hoy, 22 de junio, en París la Medalla de Plata otorgado por la histórica Societé Académique Arts - Sciences - Lettres de París, institución de gran prestigio fundada en 1915, cuya misión es promover el arte y la cultura en el mundo, así como el reconocimiento, mediante distinciones honoríficas.

Consuelo Hernández nació en Tornavacas; vivió siete años en Cáceres y se marchó a Salamanca, donde se licenció en Filosofía y Letras. Compaginó hasta hace unos diez años ser profesora con el arte, que desde los cuatro años ha formado parte de su vida. Tras exponer en China y en África, y que sus obras dieran la vuelta al mundo, ha sido galardonada con el Caravaggio en Milán o el Botticelli en Florencia, ahora la reconocen en París.

--¿Cuándo se inicia en el mundo del arte?

--A los cuatro años ya estaba dibujando. A mi padre le encantaba el arte, fue mi primer mentor. Con tres años y medio me enseñó a leer. Una anécdota que siempre recuerdo es cuando mi maestra del colegio mandó la tarea de hacer un dibujo de San José de Calasanz y ella se quedó alucinada; se lo enseñó a mi padre. Cuando cumplí seis años me regalaron acuarelas por los reyes y con siete ya danzaba con mi caballete por Tornavacas. Tengo unos recuerdos de la infancia preciosos. A los 12 años me apunté a dibujo y a pintura.

--¿Cómo empieza en el realismo?

--Desde pequeña hago realismo. El médico de mi pueblo me pasaba láminas de Velázquez, El Greco … he sido inducida al realismo también por mi padre. Ahora veo pinturas de cuando era niña y me pregunto cómo podía hacer eso con el color. Después con los estudios intenté romper con esa disciplina tan exigente del realismo. Tuve una etapa impresionista, como puede ser la de mi primera exposición. Luego en los años 80 conocí al grupo de realistas de la escuela de Antonio López, en Madrid. Una antológica en el museo Reina Sofía de Antonio López me enamoró, me quedé absolutamente prendida. Aunque no directamente, mi maestro fue él.

Desde entonces estoy muy cómoda con el realismo. Este camino no se acaba nunca.

-¿Cuánto tiempo vivió en Extremadura?

--En Extremadura viví desde que nací hasta que estudié el curso preuniversitario. En Cáceres estuve siete años internada en el Sagrado Corazón y gracias a que mi padre era amigo de un catedrático de Filosofía, que veraneaba en Tornavacas, y que nos dijo que lo mejor era la enseñanza pública me matriculé en el IES Brocense. He sido muy privilegiada estudiando allí. Recibí una educación maravillosa. Después me marché a Salamanca a estudiar Filología Románica

--Cuándo fue su primera exposición?

--Mi primera exposición individual fue en el hotel Alfonso VIII de Plasencia y después pasó a Cáceres. A partir de ahí todo un periplo. Nunca he dejado de pintar, siempre he ido haciendo exposiciones y dando clases hasta hace 8 o 10 años que estoy prejubilada y dedicándome íntegramente a la pintura.

-El verde de sus obras, ¿tiene algo que ver con sus raíces?

--Claro, yo siempre integro zonas de verde. Siempre busco la naturaleza, ahí está la huella de mis raíces, de mi pueblo y de mi infancia.

--¿Tiene alguna inspiración?

--Todo lo que me genera un impacto personal me inspira. Cuando siento un flechazo al caminar por la calle, ya sea una persona, un perro, un niño, un entorno, que si me queda grabado en la mente siento la necesidad de llevarlo al lienzo. Es una obsesión buena, empiezas a recordar lo que has visto y lo tienes que pintar. Esa es mi única inspiración.

--Su homenaje a Pina Bausch, ¿tiene que ver algo en su vida?

--He tenido una etapa en la que he pintado personajes que me han impactado. Mi hija que es directora de teatro me pasó documentales de Pina y su vida me pareció una maravilla. Me fascinó y tuve la necesidad de pintarla. Ese descubrimiento de la danza en la calle, me pareció tan impresionante. Me dejó anonadada y le dediqué varios cuadros.

Lo mismo me sucedió con Tamara Lempicka.

--¿Qué ha significado para usted obtener este galardón?

--Es muy importante, procede de una institución histórica que se fundó en el año 1915 y que se dedica a promover el arte, la ciencia y las letras de todo el mundo. Es importantísimo.

El delegado de la academia de Italia me lo envió y me dijo: te tienes que presentar a este premio. Me puse en contacto con el delegado de España, Jesús Rodríguez Rubio, y finalmente él mismo presentó mi candidatura a final de febrero o principios de marzo. Me dijo que tenía que elaborar un dosier de mi obra y trayectoria, una selección a base de reproducciones de publicaciones, premios, entrevistas, junto a ejemplares de catálogos, libros, etcétera. Finalmente, me salió un documento de 200 páginas que me llevó más de 15 días.

Después, la academia tiene un jurado que se reúne para elegir al galardonado. Me comunicaron la noticia en mayo y yo contentísima. Es un premio muy importante.

--Es una de las extremeñas ilustres de las Bellas Artes, ¿qué se siente?

--La verdad es que estoy muy contenta por todas las cosas que me están pasando. Es todo un privilegio. De esta noticia me enteré por internet y es para mí un honor.

Aquí cabe mencionar a Feliciano Robles, que ha hecho una labor de documentación y recopilado la biografía de muchos extremeños.

--¿Cómo define su vida en Tánger? ¿Marcó un antes y un después?

--Sí, marcó un antes y un después en mi vida. Fue maravillosa. Tánger fue un paréntesis de oro tanto en mi vida personal como en mi vida artística. Lo que más me costó fue separarme de mis hijos. Una ciudad en la que yo no conocía absolutamente a nadie y tuve la sensación de que Tánger me estaba esperando. Tras un año y medio allí viviendo hice mi primera exposición grande. Fueron seis años para enmarcarlos.

A la vuelta me encontré con un panorama en España muy malo. Volví en el año 2004 o 2005 en plena crisis, época difícil para el arte y bueno para todo.

--Alguna espina clavada, algo que tenga entre manos y le quede por hacer que nos quiera contar.

-- Siempre tengo zozobras por ahí. Ahora estoy retomando un proyecto en Madrid. Es la ciudad en la que vivo pero la he pintado poco. Entonces ahora quiero pintarla.

Tengo otra espinita, la primera exposición que hice eran todo obras de mi pueblo, que se vendieron casi todas. Las que conservo no están en venta. Lo que quiero es pintar Cáceres. Me encantaría volver a mis raíces, a pintar allí, pero ahora me resulta un poco difícil. Tendría que pasar una temporada allí. Aunque a mi pueblo regreso cada verano. Tengo tiempo para pintar Cáceres.