A Vanesa Coloma, (Madrid 1979) le dicen: ‘Una, dos y tres’ y le brota de la garganta, de las manos, de los pies, de los recuerdos…, una fiesta. Una fiesta que ella ha llamado ‘Flamenklórica’. Frunce el ceño, abre los brazos, y ahí comienza a destilar esta madrileña, flamenco y folclore aglutinados en ese vocablo que ella ha inventado, y que en su espectáculo conjuga el aire de las chirigotas, el compás de las bulerías, el desgarro del folclore, las lágrimas de la emoción, el tiempo sobre una puesta en escena, el atrevimiento del teatro, la risa de la comedia…, y el arte del flamenco. ‘Una, dos y tres’, poema de Manuel Benítez Carrasco, y empieza a ‘jalearle’ su equipo, sus compañeros: Roberto Lorente, Matías López Expósito ‘El Mati’ (de padres extremeños) o el músico Yerai Cortés «un regalo, como todos ellos». Vanesa Coloma se recrea en ‘Flamenklórica’ para reivindicar el papel de las mujeres de la copla y flamenco en la época de los café cantantes. ‘Una, dos y tres…’, y Vanesa me relata cómo le gusta hacer, con sus propias manos, desde las peinetas hasta el programa de mano «aunque yo tengo un equipo, a mi diseñadora Ángela, y también a Olga García que me hace el diseño de luces». ‘Una, dos y tres…’, y con ustedes, arte, teatro y flamenco. La ‘Flamenklórica’ Vanesa Coloma. Pasen y lean.

--Lleva más de dos años presentando y haciendo disfrutar a los aficionados con ‘Flamenklórica’. Crece el espectáculo con el tiempo, y usted como artista, ¿en qué ha crecido?, ¿qué es lo que más le ha sorprendido?

--Lo que más me ha sorprendido es llegar a hacerlo. Yo llevo toda la vida trabajando en compañías, acompañando a mucha gente, y me ha sorprendido esta propuesta en solitario. A nivel personal me ha sorprendido mucho y como artista he crecido, porque he crecido en seguridad, en el nivel de baile, en el de gestión…, es un crecimiento tanto a nivel artístico como personal. Lo he hecho en los dos sentidos.

--¿Y cuál fue el punto de inflexión?

--Unos años antes del estreno hice una pieza que se llamaba igual ‘Flamenklórica’, y el punto de inflexión me lo dio Gabriela Ortega que es una artista de artistas, familia de Caracol. Ella era una mujer que era poesía, recitaba y bailaba flamenco. A mí siempre me han gustado las folclóricas, por eso mi espectáculo se llama así: van pegadas las flamencas y las folclóricas en una época dorada del flamenco donde iban unidas. Si ibas a ver una folclórica siempre había una flamenca, y a la inversa, en los cuadros, en los cafés cantantes…, se recitaba, se bailaban rumbas…, esos artistas como Bambino, con un sello muy personal, son los que me han movido desde pequeña…, me gusta mucho ese arte de Lola Flores, Terremoto, Gabriela..., por eso no me quería ceñir solo al baile flamenco, sino homenajearlas también dentro de las ‘flamenklóricas’ que yo creo que son eso, esa mezcla. En su día las separaban, y yo he decidido unirlas porque cada una tiene mucha parte de la otra.

--Es una reivindicación, ¿no?

Si, ¡que no se pierda la flamenca antigua! Ahora hay una moderna que hace su baile más conceptual, menos conceptual, pero, de verdad, no se puede perder el legado que han dejado estas artistas. Para mí son esencia en el flamenco y de las que parten muchas cosas.

--¿Qué le supone esa época?

--Esa época me emociona y me parece que es arte 100%, es como el oro. Personalmente me recuerda a mi infancia, a lo que veía en la tele…, y además ¡es que las admiro y las quiero!, forman parte de mi vida, de mi arte y mi inspiración.

--Usted es titulada en Danza Española y Flamenco por el Real Conservatorio Profesional de Danza de Madrid. ¿Qué le ha aportado la danza y qué el flamenco?

--Todo aporta. Mire, la danza me aporta la técnica, el conocimiento de tu cuerpo, la puesta a punto física, es una herramienta para poder moverte en el flamenco. La danza me ha aportado la base y el flamenco la vida. El flamenco me ha aportado mi forma de vivir, de sentir, me ha aportado muchas alegrías y mucha satisfacción y felicidad.

--¿Qué ha sido lo más difícil de conjugar?

--Me ha salido de forma natural porque mi cuerpo, hablando de forma coloquial, es como una batidora que lo asimila todo y lo llevas dentro. Al ir montando la obra te van saliendo las cosas de manera muy natural, porque yo he tenido claro desde el principio lo que quería hacer: acordándome de las folclóricas, recito en el escenario..., hago ‘Un, dos, tres…’ va todo con mi personalidad. No ha sido un suplicio ni ningún castigo, sino una exposición de lo que a mí me gusta.

--¿No se agota tras dos años en escena el mismo espectáculo?

--No, no se agota porque cuando las cosas están hechas del corazón…, y si lo hiciera todos los días…, pero mire, en tres años he podido hacer el espectáculo ocho o diez veces. No te puedes agotar porque son los mismos nervios, ansiedad. Se agotan las cosas cuando las usas a diario, pero cuando tienes un diamante que has creado tú, lo guardas, lo sacas en diversas ocasiones, y el diamante continua brillando y no lo quemas. Se genera una mayor expectación.

--¿Qué experiencia trajo de Alburquerque en México y de EEUU tras su ‘Flamenklórica’?, ¿cómo lo vivieron allí?

--En EEUU hice una breve pieza, no pude hacer el espectáculo entero porque era una ‘Gala de Estrellas’ y compartía espectáculo con Farruquito, Lupi…, entonces teníamos que hacer un fragmento solo. A mí me daba miedo el idioma, que no me entendieran, porque salgo hablando al principio y nada más salir digo: ‘Una, dos y tres…’, pero lo recibieron increíble..., es un número fresco porque no se esperan que la bailaora vaya a bailar y recitar a la vez, entonces lo aceptan rapidísimo y lo disfrutan.

--¿Qué se aprende en un tablao que no se aprende sobre un gran escenario?

--Todo, el tablao es la escuela, le hago reverencias y estoy muy orgullosa de haber ‘bailao’ en todos los tablaos porque es un aprendizaje diario. En un escenario va más estudiado para la ocasión, y un tablao es la sorpresa del día, y a mí, como me encanta improvisar…, el tablao es la escuela por donde hay que pasar, porque es ahí donde se aprende todo.

--Forma un núcleo ‘duro’, diríamos, con Roberto Lorente, ‘El Mati’, Yerai Cortés…, ¿Qué tienen que no tengan otros artistas?

--Ellos tienen lo que mi alma necesita. Yerai es un regalo de Alicante, me regala una música, unas letras, y su alma… Bola, Mati, Roberto..., cada uno me regala su corazón, y el de ellos y el mío se adaptan totalmente en este espectáculo. Me dan energía, me cuidan mucho, y me ofrecen su arte que es el que a mí me gusta. Es un regalo. Me siento muy a gusto con ellos, entienden muy bien mi baile y la verdad es que todo lo hacen más fácil. Son unos ‘peazos’ de profesionales.

--No utiliza la percusión, solo voces masculinas, guitarra, palmas y baile, ¿por qué?

--Es que yo no soy una bailaora ‘percusiva’. Mi baile tiene otra rama, no tiene ni técnica ni efectos, es una baile más emocional, más de sentir cosas, y además en este espectáculo con los cantes que hay…, hay una chirigota, hay cosas muy de las folclóricas… y antes no se llevaba esa percusión..., donde haya un buen cante, una buena guitarra y una buena palma, eso navega solo.

--Dirección artística, diseño de vestuario… ¿Le ha quedado algo por hacer?

--(Se ríe) bueno, bueno, ¡yo me hago hasta las peinetas! Yo tengo un equipo, a mi diseñadora Ángela, a Olga García en diseño de luces..., pero me gusta hacer mis cosas, incluso mis programas de mano. Soy una persona muy activa y me gusta verlo yo. Ya delego en otras cosas...H