Dentro del programa del festival, que ha llegado a su mitad con una variedad de espectáculos de tendencias teatrales que en su mayoría están alcanzando esas metas de lo interesante ('La patria de los espectros', de La Zaranda), lo curioso ('El Testigo', de Quiñones / El Brujo y 'La Avería de Dürrenmantt' / B. Portillo) o lo puramente experimental ('Los peces no vuelan', de La Mona Ilustre, de Chile), ha destacado la producción 'Vecinos' de Samarkanda Teatro, única compañía extremeña de esta 34 edición, que sigue marcada por la crisis económica.

'Vecinos', es una comedia amable pero disparatada donde se aprecia más que nada la intención de divertir desde la observación rigurosa de la realidad de la gente corriente con cierta comprensión irónica de sus comportamientos humanos. Trata sobre dos personajes --Margarita y Felipe-- que viven pared con pared, apenas se conocen y lo poco que saben el uno del otro les cae mal, hasta que el hecho ocasional de una herencia, con condiciones para cobrarla, les obliga a salir juntos y a casarse en 24 horas. La obra, que se impone por su originalidad como creación colectiva y por su disciplina en el trabajo artístico hecho con mucha comicidad, tiene asimismo un toque de melodrama de esa comedia --de historia de amor con final feliz-- de personajes singularmente solitarios y frustrados, que suelen atraer y conmover.

El montaje, de Memé Tabares, esta en la línea de su anterior espectáculo, 'Crimen casi perfecto', con nuevos personajes caricaturescos rebosantes de ideas y hallazgos cómicos laboriosamente hilvanados, dentro de un ritmo trepidante que maneja con la precisión de un reloj. Aunque, en esta ocasión, la depurada estética --casi sin palabras-- se aproxima más a la de ese otro estilo peculiar de humor gestual y onomatopéyico, que conforman algunos de los mejores montajes de Teatrapo. La trama, bastante completa en lucimiento y en equilibrio con el mundo imaginativo y humano de sus dos protagonistas, se articula escénicamente en muchos planos de espectaculares rompimientos, progresivos y muy logrados, en su escenotecnia sugerida y adecuada música. Sobresale la dirección de actores, que logra la organicidad y credibilidad dentro de un ágil y armónico desbordamiento escénico entre el humor y las ideas, que es lo que hace atractivo el espectáculo para el público.

En la interpretación, los dos únicos protagonistas, Maite Vallecillo y Fermín Núñez, que en un principio parecen dos personajes de Ionesco, remontan el vuelo en un ámbito donde se ha cultivado el espíritu de la investigación y la experimentación escénica. Ambos acrisolan ese estilo interpretativo del histrión, desplegando recursos expresivos y exactos llenos de matices en voces, gestos, movimientos y en tics que funcionan a la perfección, luciéndose en frenético y vital conjunto con una bien construida vía de acciones que son una corriente eléctrica del divertimento, provocador de la sonrisa, la risa y carcajada más espontánea.