Edward St Aubyn (Cornualles, 1960) nunca ha ocultado que la "trágica historia de crueldad y cautividad psicológica" que sufre el personaje central de sus novelas, Patrick Melrose, de quien su propio padre abusa sexualmente a partir de los 5 años, es la suya propia. Eso sí, precisa pausadamente, aunque se haya propuesto explicar "toda la verdad", una cosa es la verdad biográfica y otra la artística, lo que a él le sucedió y lo que narra en las cinco novelas que ha escrito durante los últimos 20 años, las tres primeras de las cuales se publican en España por primera vez con el título colectivo de El padre (Mondadori). Lo más duro es cuando se llega a intuir que quizá esta diferencia no se deba a que cargase las tintas en la ficción sino a que la verdad que le tocó vivir a St. Aubyn (el padre abusador y la madre alcohólica y mirando hacia otro lado) fue en algunos aspectos aún más triste.

Tras una infancia desoladora y una juventud de politoxicómano en Nueva York, St Aubyn pasó cuentas con su propia familia y clase social, "llena de soberbia, pedantería y menosprecio hacia las personas a las que considera inferiores", aunque, precisa, y es necesaria la aclaración después de leerlo, "no todo aristócrata es un monstruo". Y lo hace, y de aquí su éxito de crítica, "siempre con una alternancia entre el humor y la tragedia, entre la comedia social y el material psicológico escabroso; no es una estrategia --dice--, las cosas insoportables siempre las veo ridículas, y me cuesta ver si son más insoportables o ridículas".

En la tercera de las novelas de El padre , Alguna esperanza , Patrick, el álter ego de St. Aubyn, confiesa a un amigo los abusos que sufrió. Eso sí, reflexiona su personaje, quizá lo ha hecho de forma demasiado abstracta, sin entrar en detalles. Algo que no sucede en otras de las novelas cortas de la trilogía, Da igual, donde sí se explica con toda crudeza. ¿Es eso lo que ha hecho el autor, no ahorrarse nada?: "La única libertad que le queda a Patrick es la de poder hablar de ello y explicar toda la verdad. Eso es lo que Patrick tiene en común con el autor. Estos tres no son una confesión, ni unas memorias, son un intento de entender la dramática verdad de unas circunstancias trágicas y desestabilizadoras. Y lo hago a través de una novela porque una novela me permite presentar los diversos puntos de vista de los diversos actores".

Entender que Patrick acabe convirtiéndose en un adicto a toda sustancia tóxica que le ofrezcan los camellos de Nueva York desde los 16 a los 28 años (como fue el caso, también, de St Aubyn) no parece que sea difícil. Mucho más complicado es comprender cómo un padre puede hacer eso a su hijo de 5 años. La explicación más evidente es que se trate de un psicópata de manual, incapaz de sentir empatía y compasión por nadie. "Sí --responde St Aubyn--, David Melrose, el padre, es un sádico, un pedófilo, un monstruo y un esnob. A medida de que la historia sigue vamos descubriendo más cosas, y hay algo psicopático en él". Aunque Melrose padre, después de que a los 8 años su hijo le diga basta, parece sentir remordimientos, hasta el punto de encerrarse en una casa que se hace fabricar sin ventanas al exterior. Y este remordimiento no parece propio de un verdadero psicópata. "Es muy cierto, por eso que digo que es casi psicopático. Eso hace que haya una complejidad en el personaje, y por eso es interesante, más que un asesino en serie".