Sería una paradoja si no supiéramos de qué país estamos hablando. Según la empresa de medición GfK, en España se habrán vendido, en el año 2011, 280.000 e-readers, dispositivos lectores con pantalla de tinta electrónica. Y en cambio, durante el mismo periodo solo se habrán comprado 190.000 e-books, archivos informáticos que contienen el texto de un libro en formato electrónico. Ni siquiera un solo libro electrónico por cada aparato pensado específicamente para leerlos. Exactamente, 0,7. Estos son los resultados, los primeros basados en datos reales de ventas auditadas (de los primeros 9 meses, más una proyección del último trimestre). Y esa es la realidad que intentan revertir las tiendas de libros electrónicos que llegan este mes al mercado español.

Desde el Kindle de Amazon y su competidora Apple a las alternativas españolas que importan por primera vez el modelo de servicio que ha funcionado en los países (como EEUU y el Reino Unidos, donde el libro electrónico ya roza el 20% de la cuota de mercado), todas aspiran a compartir los primeros lectores de libros electrónicos en compradores.

De lo que se trata es de ofrecerles tiendas electrónicas con un surtido amplio de libros y con dispositivos de lectura propios conectados por internet que permitan comprar con un solo click en la misma pantalla de lectura, pero haciendo al mismo tiempo posible que el cliente pueda leer el libro en el dispositivo que le resulte más cómodo en cada momento: en el lector de tinta electrónica (pantalla en blanco y negro sin reflejos y apenas consumo de batería), en tabletas o teléfonos inteligentes o en la pantalla de su ordenador. Y además a un precio bajo: pero eso ya es cuestión de las editoriales (algunas como Ediciones B y Santillana se han puesto las pilas).

INCOMODIDAD Y PIRATERIA Sin embargo, hasta ahora la ecuación es simple. Se compran, a niveles modestos pero ya relevantes, dispositivos. Pero para llenarlos de títulos no se acude a las tiendas de libros electrónicos, sino que se piratean libros en la web. "O quizá hay muchos e-readers que se compraron como regalo y a los que la gente no ha encontrado utilidad y están durmiendo en un cajón. Si hablamos de algo que no es un mercado, no se puede cuantificar", matiza David Pemán, responsable de la medición de ventas de libros de la multinacional GfK en España.

Excluidos los libros de texto, las ventas directas e institucionales, servicios de suscripción como los repertorios jurídicos (es decir, dejando solo el libro de librería), el porcentaje del libro digital sobre el de papel es en España aún menor del que ofrecen los datos del Gremio de Editores. Según GfK, un paupérrimo 0,2%. En cambio, el parque de dispositivos que permiten leer libros electrónicos (sin contar los teléfonos inteligentes) acumulado desde la aparición de estos en el mercado será a final de año ya de un millón (620.000 tabletas y 440.000 lectores de libros electrónicos).

Mientras la presencia de estas pantallas ya empieza a ser habitual en manos de los viajeros del transporte público, el mercado del libro electrónico no ha crecido. La comparación con otros mercados que hasta ahora llevaban el mismo ritmo que España (Italia y Benelux) resulta indicativa de muchas cosas. Mientras la cuota de mercado en España del libro electrónico respecto del de papel fue del 0,2% en el primer trimestre y siguió siéndolo en el tercero, Italia pasó en esos seis meses de un 0,5% a un 0,8%, y el Benelux del 0,9% al 1,5%. Una posible razón: el precio medio de los e-books vendidos en Italia fue de 7,33 euros, y en España de 10,01. Consecuencia: por cada aparato, en Italia se compraron cinco títulos.

Y un ejemplo de que la política de precios tiene una relación directa con el éxito está en cuáles son los libros más vendidos, incluso en España. El libro sin nombre , de Ediciones B, a 5,49 euros, ha sido el de más éxito en España en formato digital (y aun así, solo con 1.700 descargas controladas por GfK). Una predicción de Pemán: el punto de arranque que en Italia y el Benelux empezó en el 2011 llegará en España en el 2012, con librerías y editoriales "tomándoselo en serio" por primera vez.