Vaya por delante que este documental true-crime no es ninguna obra de arte: su directora se limita a alternar las sempiternas cabezas parlantes y (pocas) fotografías con recreaciones en super-8 que parecen obra de Ed Wood Jr. Pero la historia, en fin, es otra historia. La crónica del doble secuestro de la futura actriz Jan Broberg por parte de un pederasta incluye proposiciones indecentes (y no a la niña), alienígenas, la Iglesia mormona, bandas de moteros… Uno se pasa los 91 minutos entre sobrecogido e incrédulo, sin acabar de dar crédito a sus ojos.