En 1942, la capital mexicana aún era habitable y el cine era una promesa atractiva. Se estrenaba una película cada siete días y por 350.000 pesos (30.000 euros) se hacía un filme. Fue entonces cuando María de los Angeles Félix (El Quiriego, 1914 - México, 2002), con 28 años, firmó su primer contrato como actriz para intervenir en El peñón de las ánimas . "El cine no solamente la hizo famosa, sino que la hizo tal y como ahora es", escribe Paco Ignacio Taibo I (Gijón, 1924), en María Félix, 47 pasos por el cine (Bruguera), una biografía de la Doña , sobrenombre por el que se la conoció tras interpretar Doña Bárbara (1943), basada en la novela homónima de Rómulo Gallegos.

"Del cine tomó no solo la fama y el dinero, sino también personalidad, estilo, vigor, altivez...", dice el autor en este libro, ampliamente documentado con diarios, documentos de la época y más de 100 entrevistas, que recorre la filmografía de la estrella mexicana, entrelazando su vida y sus ambiciones, sus sueños y sus victorias.

La mujer y el mito

A través de más de 600 páginas, el escritor, admirador declarado de la actriz y su biógrafo más conocido, expone su propia versión sobre el fenómeno de la Doña . Según él, su larga trayectoria artística construyó no solo al mito, sino también a la mujer. Una cita del escritor mexicano Octavio Paz refiriéndose a María Félix refuerza esa postura: "Ella nació dos veces: cuando su madre la echó al mundo y cuando ella se inventó a sí misma". Según Taibo, un curioso caso en el que la realidad se va ajustando al proyecto y la mentira se hace primero leyenda y luego realidad.

El libro no solo habla de la protagonista de Enamorada , La diosa arrodillada , Río escondido , Maclovia , Doña diabla , French-Cancán y La cucaracha , sino que entreteje su análisis con la historia de México y del cine, con anécdotas que convirtieron a la actriz en uno de los personajes más apasionantes del séptimo arte. En una ocasión, la Doña , expresó: "Nací para el cine, al mismo tiempo que mi abuelo me mataba de un tiro", refiriéndose a una escena de su primera película, en la que inaugura "el pecado pasión, el amor delirio y el amor que nos conduce hasta la muerte en los dominios del cine mexicano", sugiere su compatriota, el escritor Carlos Monsiváis.

La artista era no solo una belleza singular, sino una figura atractiva, alejada de la sumisa mexicana o de la supuesta "elegancia tercermundista" de otras actrices. "No importaban sus titubeos, su falta de pasión, su dicción llena de huecos y oscuridades", señala Taibo. Y añade que la diva no trabajó en Hollywood porque no quiso, pero acaso, sugiere, "el idioma totalmente desconocido la asustó". Cuando buscó la internacionalización eligió Europa, seducida por las atractivas ciudades más que por los papeles que se le ofrecían.

Estuvo bajo las órdenes de cineastas como Fernando de Fuentes, Emilio Indio Fernández y Jean Renoir, entre otros, pero fue Antonio Monplet que aportó un dato interesante a su biografía: "En algunas escenas no se puede dirigir a María, ella se dirige sola".

Devoradora de hombres Cuando María Félix se casó con Agustín Lara (1943), el poeta Efraín Huerta señaló que ocurrió un hecho fantástico: reunir al monstruo con la bella. Para entonces, la Félix ya se identificaba con la mujer perversa, la devoradora de hombres (enviudó cinco veces y acabó sus días enamorada de un joven pintor), "amachada en sus pantalones y en sus gestos de espadachín". Según Taibo, posiblemente ningún país tenga un cine revolucionario tan conservador y contrario a los valores profundos de su Revolución como México, pero en las películas de María Félix se observa un nacionalismo apasionado, una domesticación de la mujer y una reivindicación de ese periodo histórico. María Angela, María Eugenia, Maclovia, o simplemente María protagonizó a la guerrillera, la profesora, la generala y la india, pero sobre todo se interpretó a sí misma.