"No tengo estilo. No tengo estilo", se repite en los momentos de desesperación Fermín Solís (Cáceres, 1972). Lleva diez años dibujando y aún anda a la busca de un estilo propio. "Es lo que nos decimos siempre los dibujantes cuando nos encontramos", afirma. Quien se acerque a partir de hoy a la exposición que el espacio Belleartes de Cáceres (calle Viena, 16) le dedica por sus diez años como historietista e ilustrador podrá comprobar si esta afirmación es una exageración suya o no.

La muestra 10 años. Fermín Solís cubre una década de creación, que comienza en fancines de escasa tirada y crece poco a poco con historias de su vida (las de su infancia, protagonizada por su alter ego Martín Mostaza) e inventadas, hasta el punto de inflexión que supuso el año pasado ("de prestigio, pero no de encargos") la publicación de Buñuel en el laberinto de las tortugas , su visión sobre el rodaje del documental Las Hurdes. Tierra sin pan que el cineasta aragonés realizó en la comarca extremeña en 1932.

Diarios de viajes

Dibujos originales, carteles, libros, proyección de cortometrajes, camisetas con ilustraciones de sus dibujos, sus moleskines (la famosa libreta de escritores y artistas) que contienen bocetos, apuntes, y diarios de viajes dibujados, componen esta exposición, que añadirá el día de la inauguración (hoy a las 21.30) una faceta más del avezado Fermín Solís: la musical. A la guitarra y el ukelele interpretará versiones de cantantes actuales como Lori Meyer, junto a un grupo de amigos.

Su infancia "feliz" la acompañó con las historietas españolas del sello Bruguera. Con los personajes más disparatados del universo del cómic español. A Zipi y Zape, Mortadelo y Filemón o las Hermanas Gilda se le unieron sucesivamente Tintín, Astérix, los superhéroes de la Marvel y por último la escuela de El Víbora , la versión adulta más famosa del cómic español, y los dibujos underground de Estados Unidos.

"Los comprábamos a hurtadillas, a escondidas", recuerda Solís, que a finales de los 90 empezó a dibujar en fancines minoritarios de forma autodidacta. No había pasado las pruebas para ingresar en la Facultad de Bellas Artes de Salamanca y estudió Magisterio.

Historias

"Desde luego no pensé que iba a acabar dedicándome a esto. Si alguien me lo decía, me echaba a reír". Ya había dibujado, como cualquier niño, y no había dejado de lado estas veleidades artísticas en unos años juveniles en los que extendió sus inquietudes al cine (rodando cortos) y la música. Pero cuando empezó a trazar sobre papel historias de la vida cotidiana y descubrió el cómic independiente de autores como Robert Crumb, vio las posibilidades de desarrollar una vía propia como historietista. En el 2001 publicó su primer cómic, Dando tumbos , una colección de relatos contados por varios personajes (una chica que trabaja en un supermercado, un hombre que compra una cámara de foto que fotografía almas...) con los que define, si no un estilo, sí una atracción: a los personajes solitarios y a las situaciones realistas y surrealistas, que imprimen un aire familiar a sus 14 publicaciones de esta década, en la que recibió el premio al autor revelación en el Salón Internacional del Cómic de Barcelona.

Durante este periodo ha ido construyendo también una autobiografía ilustrada en dos volúmenes. En el tercero, que lo dedica al periodo de cambio de la adolescencia, trabaja en estos momentos. Aunque no se trata de una autobiografía pura. "El 85% o el 95% es real. Así que como queda una parte imaginaria, me inventé el personaje de Martín Mostaza", cuya infancia ocupa Los días más largos y El año que vimos nevar . "Cuento mi niñez, que fue feliz, inconsciente, una época en la que no te preocupabas de nada, solo de hacer los deberes y travesuras". Pero sean más o menos autobiográficos, en sus dibujos "siempre hay algo, un detalle, alguna obsesión que acaba apareciendo". Hasta el estilo que él mismo niega cuando se desespera.