Dotado de una voz recia pero sensible, Patxi Andión cantó a los sentimientos y las tribulaciones sociales, al lado oscuro del amor y a los marineros, vagabundos, prostitutas, solitarios y maestros de pueblo. Una obra atenta al detalle costumbrista, con cierto rastro de melancolía y ánimo crítico, que vivió su era dorada en los años 70 y que quedó interrumpida ayer a las 8.55 horas de la mañana, con su abrupta muerte a causa de un accidente, al salirse de la vía el Land Rover que conducía en el término municipal de Cubo de la Solana (Soria) cuando se dirigía a una montería.

Crecido en una familia represaliada por el franquismo, hijo de navarro y alavesa, Francisco José Andión González nació en Madrid (6 de octubre de 1947), si bien a los pocos días fue trasladado a Azpeitia (Guipúzcoa). Con apenas 20 años se enroló en un barco bacaladero que le llevó hasta Terranova y luego, con la guitarra a cuestas, se asentó en París, recorriendo cabarets de baja estofa y llegando a conocer a Jacques Brel. Lo contaba hace casi diez años a este diario, cuando recordaba como una noche entabló conversación con «un tipo con pelo largo, bebido», que le invitó a su casa. Allí observó retratos del cantautor. «¿Le gusta Brel?», le preguntó Patxi Andión. «Yo soy Jacques Brel», fue la respuesta.

Inspirado por el Rastro

El influjo del cantautor belga se apreció en su primer álbum, Retratos (1969), con canciones como la compleja Rogelio, de casi seis minutos, y la censurada La Jacinta, retratos descreídos con dinámicas y acordeones importados de la chanson. La soledad, la rutina de las largas relaciones y la sordidez carnal asomaban, reflejando madurez narrativa pese a su juventud, en 20 Aniversario y Samaritana, álgidas piezas de su segundo álbum Once canciones entre paréntesis (1971). Publicando uno o dos álbumes por año, A donde el agua (1973) contuvo su mayor éxito, Una, dos y tres, a partir de su observación del mercadillo del Rastro, donde no queda claro quién trataba de engañar a quién.

Su compromiso político se acentuó al situarse en la órbita del FRAP, mientras su carrera saltaba de la música al cine con El libro del buen amor (1975) y La otra alcoba (1976), cinta esta de Eloy de la Iglesia en la que conoció a Amparo Muñoz (fallecida en 2011), miss Universo, con la que contrajo matrimonio en 1976 y de la que se divorció en 1983. Alianza breve que en según qué ambientes fue leída como una frivolidad y que sacudió su carrera. Él siguió a lo suyo, a su canción sensible e interiorista, con álbumes como Cancionero prohibido (1978, incluía la ácida Mi niñez, vetada en muchas radios) y Amor primero (1983, cuyo dulce tema central interpretó con Mocedades).

Saltó al musical teatral con Evita, haciendo de Che Guevara al lado de Paloma San Basilio, pero con el cambio de tercio, político y escénico, que supusieron los años 80 se sintió desubicado, hasta el punto de suspender su carrera. Terminó estudios que había dejado a medias, los de Sociología, y se convirtió en profesor universitario, para volver a la música profesional con Nunca, nadie (1998), regrabación de hitos pasados.

Un Patxi Andión maduro emergió en el notable álbum Porvenir (2010), con canciones como Siempre es nunca, reflexión escéptica con citas al tango Cambalache. Recuperado para los escenarios, presentó ese disco en Barcelona (sala Luz de Gas, dentro del festival Barnasants). En el 2018, en paralelo a la edición de la biografía de Luis García Gil y Antonio Marín Albalate, emprendió la celebración de su 50 aniversario de carrera con La hora lobicán, álbum en el que plasmaba sus sospechas: «El nombre es lobo para sí, el hombre es perro, así es el hombre al fin».

Casado en 1984 con Gloria Monis, Andión compuso más de 500 temas, publicó libros de poemas y la también la novela La virtud del asesino (1998) y siempre se definió como un hombre de izquierdas. Tenía tres hijos.

Entre las reacciones a su fallecimiento, está la del ministro en funciones de Cultura y Deporte en funciones, José Guirao, quien lamentó la muerte de un «cantautor comprometido, que prestó su voz ronca a la causa de la democracia», informa Efe.

«Será recordado también como actor y por su actitud creativa y crítica», destacó Guirao en un mensaje en Twitter.

También la Sociedad General de Autores y Editores (Sgae) lamentó «profundamente» la muerte del cantautor, al que calificó de narrador de la historia más reciente de nuestro país a través del relato cantado de sus canciones», fue «el creador de himnos que forman ya parte de nuestra memoria como El maestro o Samaritana, agregó.