"El silencio es para cobardes; para los valientes, la palabra". Fiel a este lema Wendy Guerra (La Habana, Cuba, 1970) decidió quitarse la coraza que empezó a confeccionar desde pequeña y desnudó los recuerdos de infancia y adolescencia. El resultado es Todos se van , obra en la que novela los recuerdos que se agolpaban en sus diarios de juventud y con la que obtuvo el primer Premio Bruguera.

"La lectura de mis diarios de infancia y adolescencia fue un viaje al dolor", reconoce la autora, quien afirma que "las heridas ya han cicatrizado. Depositarlas en el libro fue una terapia literaria". Tras la muerte de su madre, viajó a Barcelona en el 2004 para ver a una prima y aprovechó para mostrarle a Carmen Balcells el manuscrito de Posar desnuda en La Habana . Diario apócrifo de Anaïs Nin. Después de escuchar su historia, la agente la conminó a dejar de esconderse detrás Nin y plasmar su existencia.

Su alter ego es Nieve Guerra, que en la Cuba de los 80 intenta sobreponerse a una turbulenta juventud. "Ambas compartimos una espina dorsal común: un padre alcohólico, una madre maravillosamente delirante y muchos abandonos", asume. Su diario de infancia es de una brutalidad desgarradora pese a que, según comenta, "hay cosas gravísimas que no están". La escritora ha alterado algunas fechas y nombres para no comprometer a nadie: "Tengo que cuidar a los demás, precisamente por no haber sido cuidada".

Pese a que, a sus 36 años, conserva un aspecto aniñado, tuvo que madurar más rápido para poder hacer frente a la realidad que la rodeaba: "He pagado un precio muy alto por crecer", sentencia en Todos se van . En los diarios de Guerra, que lee indistintamente una tira de Mafalda que a Joyce y Céline, las reflexiones cohabitan con fotos, recortes de prensa, saltamontes y plumas. "Soy inusual, pero eso no me hace mejor. Si fuera común pero me garantizaran que sería feliz lo cambiaría todo".

Como dice Eduardo Mendoza, único jurado del Premio Bruguera, transitar por sus páginas es "un viaje instructivo y enriquecedor".