La muerte del cine del Oeste viene anunciándose desde que se puso de moda el wéstern crepuscular. Filmes de los años 60 y 70 como El hombre que mató a Liberty Valance, Grupo salvaje y Pat Garrett y Billy the Kid, que enfrentaban a los viejos héroes del género con los avances de la modernidad y el fin del mito de la frontera, parecían certificar, pese al notable éxito de alguno de ellos, el ocaso de un género cinematográfico que había sido fundamental para sostener la industria de Hollywood tanto en los tiempos del cine mudo como en la década de los 50.

Pero a la muerte anunciada le seguía siempre un renacimiento. La última década del pasado siglo es un buen ejemplo. Los grandes estudios habían dado la espalda a las películas del Oeste. El público, al parecer, era reticente a pagar el precio de una entrada para ver un filme de pistoleros, cabalgadas y apaches rebeldes. Pero algunos actores de éxito, como Kevin Costner y Clint Eastwood, persistieron en la noble tarea de dirigir y protagonizar wésterns que fueran como los de antes pero adaptados a los nuevos tiempos.

Así surgieron Bailando con lobos, Wyatt Earp, Open range y, sobre todo, Sin perdón, el filme de Eastwood que en 1992 logró el Oscar. Parecía que, con tamaño galardón, las películas del Oeste iban a renacer, pero no fue así. Solo el reivindicativo Posse, wéstern protagonizado por un grupo de soldados de raza negra y dirigido, de nuevo, por un actor, Mario Van Peebles, y el fantasmagórico Dead man de Jim Jarmusch, se sacudieron de encima el nuevo ostracismo vivido por el género cuando el siglo XX llegaba a su fin.

Dos décadas después, la situación es parecida. Ya no se hacen grandes producciones como las de antaño -con excepciones como la versión de Los siete magníficos interpretada por Denzel Washington, Ethan Hawke y Chris Pratt-, entre otras cosas porque el cine del Oeste no resiste bien los efectos digitales y rodar ahora un filme con una estampida de bisontes reales sería demasiado caro y poco rentable, razón por lo que han proliferado wésterns de cámara como El asesinato de Jesse James por el cobarde Bob Ford o el reciente Sin piedad (otro wéstern realizado por un actor, Vincent D’Onofrio). Pero cada año, sea en salas de estreno o en streaming, aparecen no menos de dos o tres producciones que mantienen vivo el espíritu westerniano pese a que los más agoreros siguen diciendo que es un tipo de cine que no interesa a nadie.

ARAGÓN, LEJOS DE HOLLYWOOD / Los hermanos Sisters, dirigida por un francés (Jacques Audiard), producida por un rumano (Cristian Mungiu) y dos belgas (los hermanos Dardenne) e interpretada por actores estadounidenses (Joaquin Phoenix, John C. Reilly, Jake Gyllenhaal) y un actor y activista inglés de origen paquistaní (Riz Admed), responde al signo de los tiempos: un filme lejos de Hollywood, rodado parcialmente en España (Aragón, con el valle de Ansó, Hecho o la zona de los Mallos, fue uno de sus escenarios, con ), que a la vez revitaliza uno de los grandes géneros de Hollywood a través de una mezcla perfecta de respeto por la tradición y modernidad en relación a los arquetipos y los lugares recurrentes del relato del Oeste.

El filme de Audiard no es para nada un caso aislado. No hace falta remitirnos solo a los nombres más conocidos para darnos cuenta de que el wéstern parece hoy más vivo que hace 20 años. Esos nombres son por supuesto los de Quentin Tarantino y los hermanos Coen. Estos han realizado para Netflix La balada de Buster Scruggs, una antología de seis relatos que habían planteado inicialmente como serie televisiva, y antes, en el 2010, rodaron el bello remake de Valor de ley, uno de los títulos clásicos de John Wayne.

Quentin Tarantino solo ha repetido género en una ocasión, y es el wéstern, con Django desencadenado y Los odiosos ocho, pero ya antes definió Malditos bastardos, su película ambientada en la ocupación nazi en Francia, como un filme del Oeste. El director de Pulp fiction ha demostrado que se pueden utilizar elementos del género en películas de distintas modalidades, algo que también hizo John Carpenter en el thriller de serie B: Asalto a la comisaría del distrito 13 era, en esencia, un remake del wéstern de Howard Hawks Río Bravo, por otro lado la película preferida de Tarantino.

MEZCLA GENÉRICA / Esa mezcla genérica ha sido fundamental en el wéstern contemporáneo. S. Craig Zahler llevó a cabo una estupenda mixtura de relato del Oeste y terror en Bone tomahawk, donde los enemigos son una tribu de indios caníbales. Michael Fassbender protagonizó en el 2015 Slow west, un wéstern de producción británica con elementos de comedia y de drama casi victoriano. Comanchería entrelaza muy bien thriller rural y neo-wéstern.

Lo mismo en la televisión: Westworld, serie basada en la película de Michael Crichton Almas de metal, es un notable ejercicio de ciencia ficción ambientado en un parque temático que imita el ecosistema del lejano Oeste. Deadwood abrió en el 2004 la vía televisiva del wéstern sucio, y la ficción catódica prosigue hoy con series como la feminista Godless, la clásica Yellowstone y otra mezcla delirante, Wynonna Earp, en la que la hija de Wyatt Earp lucha contra vampiros y zombis.