Se dio a conocer gracias a ‘Platoon ‘(1986), drama antibelicista por el que fue nominado al Oscar; y desde entonces, película a película, se ha confirmado como el tipo de actor que haga lo que haga nunca falla. Ahora Willem Dafoe (Appleton, EEUU, 1955) vuelve a aspirar a la estatuilla gracias a ‘The Florida Project’, un retrato de la América menos favorecida que se ha convertido en una de las sensaciones cinematográficas del último año.

-‘The Florida Project’ es una película de muy bajo presupuesto, y cuyo reparto está compuesto en su mayoría por actores no profesionales. Probablemente, muchos de los actores que están en la misma situación profesional que usted no habrían querido participar en ella.

-Lo sé, y si yo pensara en mi carrera lo más sensato habría sido no formar parte de ella, considerando que nadie podía anticipar el éxito que ha resultado tener. Pero yo no soy un actor como los demás. De hecho, mi objetivo es ser cada vez menos actor.

-¿Qué significa eso?

-Los intérpretes que yo más admiro son aquellos que desaparecen en sus personajes. Por eso me encanta ver películas de cinematografías que desconozco, porque no sé si los actores que las protagonizan son famosos o principiantes. Y también es por eso que siempre me han fascinado los actores no profesionales. Para un intérprete la experiencia y el oficio son algo útil, pero en ocasiones pueden convertirse en un obstáculo.

-¿En qué sentido?

-Cuando eres tan consciente de tu actitud frente a la cámara, no hay espacio para los hallazgos. Los actores no profesionales suplen su falta de refinamiento con energía y humanidad. Por eso al principio de cada nuevo proyecto cinematográfico yo intento deshacerme de mi bagaje actoral, partir siempre de cero. Pensar en tu carrera te corrompe como actor, te hace acomodarte en tus hábitos y tus tics y eso es puro veneno. Y mi manera de combatir contra esa corrupción es implicarme en proyectos muy distintos entre sí.

-¿Es eso lo que explica su participación en películas de superhéroes como ‘Spider-Man’ (2002) o ‘Aquaman’, la nueva adaptación de DC Cómics que llegará a la cartelera a finales de 2018?

-En buena medida, sí. Por otra parte, la gente cree que los actores que hemos conseguido cierto éxito de vez en cuando nos vamos de cena y allí nos repartimos los buenos papeles: yo me quedo este, y este otro que lo interprete Matt Damon. Pero las cosas no funcionan así. Yo escojo en función de lo que hay disponible.

-Uno de los argumentos usados para elogiar su trabajo en ‘The Florida Project’ es que se aleja del tipo de personajes inquietantes que a menudo interpreta. ¿Le molesta que se le encasille de esa manera?

-Yo no lo llamaría molestia. Pero es una pena. Sí, en los últimos meses mucha gente me ha dicho cosas como: «Oh, no sabíamos que pudieras mostrar tanta calidez y compasión en pantalla», y esas palabras en realidad hablan menos de mi carrera que del tipo de películas que la gente ve. Yo interpreto todo tipo de personajes, pero los que la gente conoce mejor son los villanos que he encarnado en películas muy comerciales. Ahora bien, estoy muy contento de que facetas desconocidas de mi trabajo sean al fin descubiertas, y de que la película haya gustado tanto.

-¿Por qué cree que ‘The Florida Project’ está conectando tan bien entre el público?

-Francamente, lo ignoro; pero puedo explicar por qué conecta conmigo. Me gusta su forma nada sentimental de celebrar la infancia mientras pone el foco en una parte de Estados Unidos que suele ser ignorada por las películas y la sociedad: gente que se ve obligada a vivir en moteles de carretera porque no tiene acceso a una residencia permanente. Algunos de los actores y de los niños que aparecen en la película, de hecho, realmente viven en esta situación. Es una forma de pobreza de la que nadie habla.

-¿En qué medida funciona la comunidad retratada por la película como metáfora de la situación que Estados Unidos atraviesa en la actualidad? Después de todo, buena parte de la gente que vive como los personajes de la película probablemente votaron por Trump. ¿Qué cree usted que opina esa gente del presidente un año después de su elección?

-Me gustaría poder decir que finalmente mi país ha abierto los ojos ante la gran falacia que el eslogan «Hagamos grande a América otra vez» encarna, pero no lo creo. Da igual que esas personas apenas puedan sobrevivir, y que el futuro de sus hijos sea inexistente; mientras exista la ilusión de que la economía va bien, aunque en realidad solo vaya bien para unos pocos, seguirán creyendo que Trump hace un buen trabajo. Y a la gente le gusta estar del lado del ganador, y si hay algo que Trump sabe hacer bien es que sus derrotas parezcan victorias.

-Está nominado al Oscar por tercera vez en su carrera. ¿Ha cambiado su actitud respecto a este tipo de reconocimientos desde la primera vez que lo estuvo?

—Mucho. Hace 30 años, la industria del cine era muy distinta. Recuerdo que hasta que se hicieron públicas las candidaturas yo ni siquiera me había imaginado ni por un instante la posibilidad de figurar en ellas. En esta ocasión, sin embargo, he participado activamente en promocionar no solo la película sino también mi propia candidatura. No es que yo quiera el Oscar ahora más que antes, pero las cosas hoy funcionan así. Hollywood ha cobrado plena consciencia de lo mucho que los premios afectan al recorrido comercial de las películas, especialmente de las películas pequeñas.

-¿Y qué siente ante la posibilidad de ganar el Oscar desde un punto de vista más personal? No parece usted el tipo de actor al que los premios le importen mucho.

-Me importan porque conllevan

nuevas oportunidades profesionales. El trabajo del actor es muy inseguro, así que siempre resulta positivo que alguien te diga que estás haciendo bien las cosas. Dicho esto, no soy tan iluso como para creer que la persona que acaba ganando el Oscar al mejor actor lo hace simplemente porque ningún otro intérprete a lo largo del año lo ha hecho tan bien como él. Hay muchos factores a tener en cuenta. En última instancia, mi modo de encarar la profesión y mis ambiciones no cambiarán si consido ganar el premio Oscar.

-¿Cuáles son sus ambiciones?

-Cuando empecé en esto lo único que quería era tener trabajo. Luego, a medida que el trabajo empezó a ser constante, decidí que quería ser aclamado como un gran actor. Pero cuando llevas cierto tiempo en este negocio te das cuenta de que nunca vas a llegar a un punto de tu trayectoria en el que podrás decir «lo he logrado». Mi ambición actual es hacer bien mi trabajo, nada más. Y cada vez que empiezo a rodar una nueva película siento terror, y ese sentimiento me resulta muy atractivo. No sé si voy a ser capaz de cumplir y esa incertidumbre me da mucha energía.

-Hablando de los Oscar, se da por hecho que la gala del 4 de marzo estará marcada por los casos de abusos sexuales que han azotado Hollywood en los últimos meses. ¿Le sorprende lo que está pasando?

-Confieso que no he sido capaz de crearme una opinión clara al respecto, porque es un asunto muy complejo. Está claro que es terrible que haya quienes usan su poder de ese modo, y que se debe corregir urgentemente el grado de participación que las mujeres tienen en la industria del cine. Me preocupa, en todo caso, que se estén confundiendo deliberadamente las cosas: no es lo mismo hacer lo que hizo Harvey Weinstein que, por ejemplo, coquetear más de la cuenta. La sociedad americana es extremadamente puritana, y temo que el asunto de los abusos se esté instrumentalizando para extender ese puritanismo en la industria del cine. Pero, insisto, no me siento cómodo opinando.

-¿Por qué?

-No sé si me corresponde,y no me gusta que la gente sepa quién soy o qué pienso. Porque los espectadores que no estén de acuerdo con mis opiniones quizá no se sentirán cómodos viéndome en pantalla. De hecho, para que el público se creyera mis personajes, lo ideal sería que ni siquiera supiera mi nombre. Por otra parte, supongo que en ese caso yo no estaría aquí ahora mismo.