Willy Uribe (Bilbao, 1965) tiene el aspecto saludable de quien ha crecido al sol. Buena gente. Un tipo barbudo y surfero, de Getxo, en Bilbao, que ha cabalgado sobre las olas desde que apenas era un chaval. De entonces a ahora ha recorrido medio mundo haciendo reportajes sobre el tema y también fotografías. Pero hay más. Uribe está emergiendo como autor dejando atrás un pasado de escasa visibilidad.

Sus obras tienen el perfume de la vieja novela negra, alejada del modelo escandinavo, con la contundencia pulp de un Jim Thompson. Los que hemos amado (Los libros del lince), su último trabajo, que ha desencadenado ditirámbicas recomendaciones de Isabel Coixet, es la mejor prueba de que nada es lo que parece.

Que bajo la aparente bonhomía de Uribe se esconde un excelente detector de inquietudes y culpabilidades. Algo que, desde luego, no se trasluce en su directa charla.

Los que hemos amado, perfecta lectura veraniega, de prosa seca desbrozada de adornos, sigue la trayectoria de dos chavales de Getxo, que en los años 80 buscando las olas y el hachís se trasladan al sur de Marruecos y allí encuentran sus demonios. La inquietud en Uribe tiene un indudable cariz social.

El, como su mentor Ramiro Pinilla, es un escritor vasco en castellano: "Al euskera se le ha discriminado en positivo y me parece bien. Pero eso ha hecho que aquellos que escribíamos en castellano siempre hayamos estado al margen. ¿Cómo decir esto sin que suene a victimismo?". Y para dar otra vuelta de tuerca a sus palabras, Uribe se lanza a recitar la lista de sus 20 apellidos. Todos vascos.

"La identidad es un tema que me obsesiona. Especialmente esa identidad que te construyes como una obligación. En sitios muy nacionalistas es muy fácil decir de dónde eres y dónde te adscribes, pero me niego a entrar ahí. Yo soy yo. En el fondo estoy un poco cansado. Hasta en encuestas telefónicas han llegado a preguntarme si soy más vasco o más español. Pues no me da la gana definirme".

CUESTION IDENTITARIA La identidad del autor rebota en la de los dos protagonistas de la novela. El chico bien, el que también suele recitar de corrido su linaje, y el desarraigado, pobretón y maqueto.

"Yo tendré apellidos vascos pero mi estrato económico es humilde. Además tengo muchos amigos de la nobleza vasca. Sé muy bien cómo funcionan ambos mundos".

Define la sociedad euskalduna como matriarcal y tradicional, un lugar donde no tiene cabida su "individualismo extremo".

De ahí que en casi todas sus novelas --como en Cuadrante Las Planas que publicó Tusquets-- la idea de la huida esté siempre presente. "No es fácil vivir en Euskadi, pero quizá el problema sea mío. De ahí la idea de la huida. Y claro, ese clima también es un sustrato perfecto para la novela negra".