Woody Allen propone en Melinda y Melinda un doble juego de comedia y drama, desarrollado en torno a un mismo personaje, el de una neurótica mujer, y con el que ayer abrió, de manera espectacular, la sección oficial de la 52 edición del festival internacional de cine de San Sebastián.

Esta es la primera vez que Woody Allen elige el certamen donostiarra para presentar, fuera de concurso, su nuevo trabajo, algo que, habitualmente, él reservaba a la Mostra de Venecia. Ha sido por agradecimiento "al pueblo y al público español", como él mismo ha dicho, y por su especial disfrute de la ciudad vasca, que ha aprovechado tan significativa visita para hacerle entrega, del primer premio Donostia de la presente edición del certamen.

Es Melinda y Melinda una película coral, en el más puro estilo de Woody Allen, en la que él no se ha reservado ningún papel -aunque le va como anillo al dedo uno de los personajes de la trama de comedia-, debido a su edad, ya que todos los protagonistas de la película son jóvenes, de profesiones liberales, la mayoría, y con sus crisis neuróticas habituales a cuestas.

La acción, de nuevo ambientada en Manhattan, arranca con una reunión de dramaturgos en torno a la mesa de un restaurante. Allí se plantean una línea argumental mínima que irán desarrollando bien en forma de drama o bien en forma de comedia.

La premisa que barajan los dramaturgos es la de una cena de amigos que se ve interrumpida por una mujer con pasado tortuoso y que está atravesando una fuerte crisis.

Desde el primer momento, se diferencian las dos partes argumentales, encarnadas, en cada caso, por diferentes actores -entre ellos Cloe Sevigny, Amanda Peet o Chiwetel Esijofor con la excepción de la protagonista, Rhada Mitchell.

En una primera trama, de corte dramático, Melinda irrumpe en una cena de viejos amigos de sus años de estudios. Allí cuenta su drama, un ex marido que no le deja visitar a sus hijos, un amor loco que acaba en tragedia, y un fallido intento de suicidio. Se quedará en casa de sus amigos y allí conocerá a un nuevo amor.

En la trama dramática, Woody Allen recurre a una parte de su filmografía más "seria", entre comillas, como puede ser Otra mujer o Septiembre , demostrando su dominio y apoyándose en una Radha Mitchell que da la talla en la fase dramática y cómica.