El rodaje de la nueva película de Woody Allen empezó ayer a las nueve de la mañana en un restaurante de la Barceloneta situado junto al puerto. Aunque las nubes grises presagiaban lo peor, el equipo del director neoyorquino preparó unos exteriores junto al edificio de la Marina del Port Vell. La localización, óptima para los más curiosos, fue rápidamente invadida por un montón de cámaras y de fotógrafos que siguieron de cerca la filmación.

Scarlett Johansson, la protagonista de Match Point y Scoop, fue ayer la única estrella del reparto que apareció en el rodaje. El resto --Javier Bardem, Penélope Cruz, Rebecca Hall y varios actores catalanes-- no acudieron al set. Johansson, la nueva musa del cineasta, interpreta a una turista que llega a la ciudad y conoce a un cocinero. La rubia platino, cámara en ristre, tomó fotos de Barcelona, con la estatua de Colón de fondo, mientras Allen observaba.

La actriz --que se presentó primero con una chaqueta tejana-- volvió dos horas más tarde lista para rodar con otro modelito y la melena al viento. Repitió varias veces la escena ante la expectación de los que paseaban por el muelle y los cocineros y camareros del restaurante Barceloneta, donde se rodaron algunos planos en la cocina. Johansson ni siquiera saludó cuando llegó en una furgoneta con los cristales opacos que la transportó desde su caravana, situada a pocos metros del restaurante. A Allen, en cambio, no le importó alejarse a pie a las 13.30 para comer algo; parece haberse acostumbrado a la expectación que despierta.

La tripulación del lujoso velero atracado junto al set no daba crédito a su suerte. Desde una posición privilegiada se pasaron la mañana observando cómo el director norteamericano, junto al director de fotografía, Javier Aguirresarobe, daba explicaciones a la protagonista.

TURISTAS DESPISTADOS A las tres de la tarde una veintena de turistas, con las cámaras en alza, se arremolinaron en la calle Montcada a pocos metros del Museo Picasso. Iban a contemplar los lienzos del artista malagueño y, desconociendo que los lunes cierran, se toparon con la marabunta --técnicos, extras, mossos, guardias urbanos, entre otros-- que rodeaba al pequeño cineasta.

"¿Qué pasa aquí?", "¿Por dónde se entra al museo?"... inquirían los guiris. "Hoy está cerrado", repetían los uniformados, que eran casi una decena para controlar al puñado de voyeurs. O sea que, sin mayores preocupaciones, los mossos se dispusieron a contemplar en primer plano a la bella protagonista del día.

Cuando la actriz, Scarlett Johansson, apareció, los guardianes del set empezaron a despachar a los intrusos. A un mosso se le subió la placa a la cabeza y soltó con chulería: "Aquí mando yo y digo que no se puede estar aquí". Cortaron la calle y los turistas, muchos italianos, siguieron la bajada de claqueta desde la valla instalada en la calle Princesa. Desde allí un vecino arrebatado increpó a los guardias: "Este es un país de tontos. No se puede cortar una calle". Y lo mismo debió de pensar la cabreada propietaria de una tienda junto al set.

Al grito de ¡acción!, Johansson se dirigió a la entrada del museo Picasso, y en su interpretación de turista hizo unas fotos ficticias al entorno. Por suerte para los airados vecinos, la actriz solo repitió tres veces la toma, y apenas 20 minutos después el equipo entró en la pinacoteca para rodar otra escena sin curiosos a la vista.

Mientras, en la calle, guiris y locales explicaban su película. Preguntaban por los actores españoles, Javier Bardem y Penélope Cruz, confundían a Johansson con Cameron Díaz y hablaban de lo bajito y viejo que estaba Allen. Y ajenos al alboroto cinéfilo, dos japoneses preguntaban por Picasso.