Obélix ha abandonado su bucólica aldea, dimitido del papel de símbolo del orgullo francés y, encima, se ha llevado el menhir. El puntapié de Gérard Depardieu a su país está a la altura de los potentes efectos de la marmita de poción mágica en la que cayó de niño el irreductible galo al que ha encarnado en tres ocasiones. A los 64 años, el inmenso actor --170 películas y similar cantidad de kilos en el cuerpo-- se ha dejado llevar por el despecho. Igual que esos jabalís que devora Obélix, ha reaccionado como un animal herido tras ser tachado de traidor por abandonar el barco en plena crisis. Y lo que empezó como un exilio fiscal belga --uno más por el impuesto del 75% a los ricos-- ha degenerado en ruptura con la patria para abrazar la nacionalidad rusa ofrecida, con maquiavelismo propio del KGB en plena guerra fría, por Vladimir Putin. Los franceses asisten consternados al espectáculo. Además de librarse a un encendido debate sobre la frontera entre la solidaridad tributaria y la confiscación, el país se pregunta qué cable se le ha cruzado a Gégé para maltratar su prestigio aceptando un homenaje, con ropa folclórica incluida, en Mordovia, república rusa conocida por sus campos de prisioneros (allí ha dado con sus huesos una de las Pussy Riot). "Es una provocación que se parece a un suicidio", resume el que fuese su agente Jean-Louis Livi, que atribuye la actitud del actor a la desesperación de un hombre complejo, tan brillante como mortificado.

LA JUVENTUD

De ladronzuelo a dramaturgo

Las claves del comportamiento de esta leyenda del cine francés hay que buscarlas en sus orígenes. Gérard Xavier Marcel Depardieu nació el 27 de diciembre de 1948 en el seno de una familia proletaria de cinco hermanos de Chateauroux, pequeña ciudad del centro de Francia. Hijo de un garajista analfabeto y de una ama de casa, de pequeño frecuentaba más la calle que las aulas. A los 13 años dejó definitivamente la escuela y a los 14 empezó a trabajar en una imprenta. Paralelamente, entró en el mundo de la delincuencia como ladronzuelo y contrabandista de cigarrillos y alcohol.

La suya fue una juventud salvaje. Alto --1'80-- y corpulento, fue boxeador clandestino, guardaespaldas de prostitutas en París y paseador de perros en Cannes, hasta que la muerte de su mejor amigo y compinche de fechorías en un accidente de coche le llevó a dar un giro radical a su vida. Se fue a la capital a seguir cursos de teatro. El déficit cultural lo compensó leyendo sin descanso hasta que empezó a encadenar pequeños papeles.

Así nació el nuevo Depardieu, un hombre hecho a sí mismo, orgulloso de haber llegado a la cima pese a su humilde cuna, y a menudo rodeado por el escándalo. Desde su primer gran éxito en el cine, con Los rompepelotas (1974) --las escenas de sexo levantaron gran polémica--, ha recopilado una envidiable lista de directores. Bertolucci le dirigió en Novecento en un papel que conocía bien, el de proletario, y los objetivos de Alain Resnais, Marguerite Duras, François Truffaut, Ridley Scott o Jean-Luc Godard, lograron sacar lo mejor de él.

De carácter sanguíneo y bon vivant , Depardieu ha encarnado como nadie a las grandes figuras de la cultura francesa, convirtiéndose en uno de sus mejores embajadores. Cyrano de Bergerac (1990) no solo le llevó al estrellato sino que le identificó con la esencia de su país, además de permitirle triunfar en Hollywood con la comedia romántica Matrimonio de conveniencia, junto a Andie McDowell.

En la ficción, Depardieu ha sido D' Artagnan, el Conde de Montecristo, Balzac, Dumas, Rodin o Jean Valjean de Los miserables. Con Obélix ha culminado una carrera tan inmensa como su insaciable vientre. ¿Cómo semejante monstruo del cine francés ha podido renegar de su patria? ¿Cómo el actor de izquierdas condecorado con la Legión de Honor por François Mitterrand ha podido pasarse con armas y bagajes a la derecha --apoyó a Nicolas Sarkozy-- y ridiculizar a François Hollande? El dinero no lo explica todo.

EL EMPRESARIO

La 'multinacional

Gerard Depardieu'

"¿Lamentable? ¿Ha dicho usted lamentable? ¡Qué lamentable!", reprocha Depardieu al primer ministro francés, Jean Marc-Ayrault, que censuró con esta desafortunada expresión el exilio del actor. "Me voy porque considera que el éxito, la creación, el talento, es decir la diferencia, deben ser sancionados. (...) Me voy tras haber pagado en el 2012 el 85% de impuestos sobre mis ingresos. (...) He pagado 145 millones de euros en impuestos en 45 años y doy trabajo a 80 personas" , explica en su misiva.

En efecto, está al frente de una empresa con tentáculos en diferentes sectores. En París, la calle Cherche-Midi, en el barrio chic de Saint-Germain-des-prés --donde se encuentra la lujosa mansión que ha puesto en venta por 50 millones de euros-- se conoce como "calle Depardieu". Para tener a mano unos servicios adaptados a su paladar de gourmet, ha comprado restaurantes, tiendas de comestibles y hasta una pescadería.

Las motos y el arte

Amante del vino, ha invertido parte de su fortuna en viñedos. Además de la propiedad del ch teau de Tigné, en el valle del Loira, posee cepas en varias regiones de Francia, Argelia, Marruecos, Europa del Este y Suramérica. Tiene también una sociedad, DD Productions, que produce películas y alquila material para rodajes. Apasionado de las motos, se compró un concesionario de Yamaha. Tratándose de Depardieu, tenía que ser uno de los más grandes de Europa. Su colección de obras de arte no es nada despreciable. Recientemente vendió un cuadro de Miró --Lagarto con plumas de oro -- por el que un norteamericano pagó un millón de euros. Todo eso sin olvidar la piedra. Además de adquirir por 800.000 euros una casa de campo en el pueblo belga de Néchin, posee varias villas en Francia. ¿Se desprenderá de ellas como de su pasaporte francés?

LA FAMILIA

Unas relaciones tormentosas

Como muchas cosas en su vida, las relaciones sentimentales de Depardieu han sido intensas pero también tormentosas. En 1970 se casó con la actriz Elisabeth Guignot. De esta unión nacieron Julie y Guillaume Depardieu, que siguieron los pasos de su padre en el cine. Con la modelo Karine Silla tuvo otra hija, Roxane, y con Hélène Bizot, Jean, de 6 años. El desaliño y el barrigón no le han impedido conquistar a las mujeres más bellas. Entre 1996 y el 2005, formó una curiosa pareja con la actriz Carole Bouquet, tan fina. Pero la arrolladora personalidad con la que seduce es también su peor enemigo. Le sucedió con su hijo, demasiado frágil para no sentirse aplastado por la figura de su padre, y con el que mantuvo una dolorosa relación.

Pese a ello, Depardieu nunca superó la prematura muerte de Guillaume en el 2008, víctima de una neumonía. El fantasma de su hijo parece perseguirle e incluso estar detrás del desamor de Francia al que atribuye su marcha. "Considero lamentable el ensañamiento de la justicia contra mi hijo Guillaume, condenado cuando era un niño 17 años a tres años de prisión por dos gramos de heroína, cuando otros han salido libres por cosas más graves", reprocha Depardieu en su carta al primer ministro. "Está herido, se lo ha tomado como una puñalada por la espalda", opina el director Josée Dayan en alusión al poco revuelo que ha levantado la fuga fiscal de otros franceses ilustres, como el magnate de Louis Vuitton, Bernard Arnault.

RUSIA

Vladimir Putin,

'mon amour'

"No hay mezquindad en Rusia, solo grandes sentimientos. Y detrás de estos sentimientos, mucho pudor. En vuestra inmensidad, no me siento nunca solo". Con su declaración de amor a Rusia, Depardieu admite su necesidad de sentirse querido. Putin no ha dudado en aprovechar la ocasión para propinar un golpe bajo a François Hollande, con quien, a diferencia de Nicolas Sarkozy, las relaciones son tan gélidas como el invierno siberiano. Calificando a la Rusia de Putin de "gran democracia", Depardieu ha entrado en el juego. ¿Ingenuamente? "Se siente atraído por el poder, halagado por los hombres de Estado", analiza su exagente, que duda de que se percate del alcance de la manipulación de que es objeto.

La relación de Depardieu con este país no es nueva. El actor, que encarnó a Rasputín en una superproducción dirigida por Josée Dayan, es muy popular desde los años 1990. De hecho, los contratos publicitarios de marcas rusas --desde kétchup local a cocinas-- constituyen una parte importante de sus ingresos. Ahora podrá tributar en Rusia, donde los ricos pagan solo el 13% de sus ingresos.

LOS LIOS

Micción a bordo y alcohol al volante

Sus excesos tienen como consecuencia una fatal propensión a meterse en líos. El año pasado la armó en un avión cuando, ante el rechazo de la azafata a dejarle utilizar el servicio, decidió aliviar su vejiga en un botellín de agua totalmente insuficiente para su caudal de "elefante". Algunas historias le han salido más caras, como la entrevista concedida a la revista Time en 1990 en la que confesó haber asistido a una violación a los 9 años. El escándalo --el periodista tradujo asistido por participado-- frustró su aspiración al Oscar por su papel en Cyrano de Bergerac .

Recientemente su colaboración musical con Gulnara Karinova, hija del presidente de Uzbekistán, Islom Karimov, ya generó malestar en Francia sobre sus equívocas relaciones con los dictadores. Hace unos años, quiso montar una explotación petrolífera en Cuba.

Plante a la justicia

Esta misma semana plantó a la justicia francesa, que le citó en relación con una denuncia por conducir ebrio en moto. "Sabe usted, una ensalada con un poco de vinagreta ya hace disparar el etilómetro", se excusó desde Montenegro, donde fue a negociar su participación en la película, dirigida por Abel Ferrara, sobre el escándalo sexual de Dominique Strauss-Kahn. Depardieu interpretará al exdirector del Fondo Monetario Internacional (FMI). "Lo haré porque no me gusta, no es un tipo amable, es un poco como todos los franceses, un poco arrogante, suficiente", manifestó antes de convertirse en el exiliado fiscal más famoso, y vituperado, del mundo.