Ningún pueblo sin piscina autonómica. Ningún barrio sin piscina municipal. En Extremadura, si no tienes una piscina a un paso de casa ni hay un río con garganta cantarina cerca es porque no existes. La casa de cultura, la biblioteca, los escenarios itinerantes de la Consejería y el festival Estivalia de la Diputación llegaron después. Antes, lo primero de todo, fue el agua para bañarse.

Las vacaciones en el pueblo y en la ciudad están marcadas por los horarios de la piscina. El bar más concurrido de cada localidad es el de la piscina. Las fiestas nocturnas más animadas, los cumpleaños, las despedidas de los veraneantes, los noviazgos, las rupturas amorosas, las alergias, los hongos, los herpes, la belleza bronceada... En Extremadura, en verano, todo pasa en la piscina.

Las piscinas extremeñas son algo único en Europa. Podremos ser los últimos o los penúltimos en casi todo, pero contamos con una red de piscinas públicas al aire libre que quizás sea única en el mundo. Es verdad que en Estados Unidos también hay muchas piletas lúdicas, pero son para hacer deporte, no para el solaz, el placer demorado y la molicie sensual del sol, la sombra y el chapuzón.

MAGRO CON AJO En las piscinas americanas prima el metacrilato, el hormigón y las gradas mientras que las extremeñas se caracterizan por el césped, los árboles tupidos, las sombras agradables y ese chiringuito que esparce olor a sardinas a la plancha, a pollo asado, a magro con ajo frito y champiñones.

El pareo, la toalla, la crema, EL PERIODICO, el gorrito, las calzonas, la bolsa transparente de plástico chillón y a disfrutar del no hacer nada... Bueno, bueno, tampoco es eso porque en la piscina también se hace algo, o sea, se habla mucho. En realidad, se habla muchísimo. Las piscinas extremeñas se han convertido en el mentidero moderno de las villas y los pueblos. Han venido a sustituir a las tertulias vespertinas en las puertas de las casas, donde cada uno sacaba su silla de enea y su chisme. No es que las tertulias de la acera hayan desaparecido, pero donde esté un buen cotilleo de piscina...

A la piscina hay que llegar pronto para coger un buen sitio. Sobre todo los primeros días. Después, cada grupo tiene ya su espacio habitual y casi nadie osa disputarlo. Debajo de aquella mimosa los maestros, los de la caja de ahorros, el gerente de la cooperativa y su señora y la hija de la panadera. Cerca del agua, bajo el olmo grande, Quintín el viudo, Ramona, la mujer del contratista, la brigadesa, o sea, la esposa del brigada de la Guardia Civil, y la hermana de la carnicera. Más allá, el grupo de los emigrantes en Vitoria. Más acá, los recién casados.

¿Pero de qué se habla en la piscina? Los días de verano son muy largos y entre chapuzón y chapuzón, la lengua se desata y las cosas de la vida revolotean de sombra en sombra, de grupo en grupo. En las tertulias piscineras se suele mantener la vieja división del grupo de los hombres y el grupo de las mujeres. Las conversaciones de ellas son más prácticas y más divertidas y hay algún caballero que las envidia, pero no osa transgredir las costumbres y se mantiene a la fuerza entre los varones, hablando de la gira del Real Madrid por Asia, de la actualidad política y de autovías. Porque en España se sabe que es verano porque hace calor y los hombres hablan de autovías. A los varones, en vacaciones, les encanta charlar de carreteras, comentar las últimas promesas en la Autovía de la Plata, discutir sobre la mejor ruta para llegar a Levante sin atascos... Después critican un ratito a Beckham y a continuación repasan la actualidad. Esta semana, por ejemplo, las piscinas extremeñas ardían en opiniones sobre los incendios. Y, ¡oh sorpresa!, había consenso al comparar las catástrofes de Guadalajara y Las Villuercas y concluir que la única diferencia entre ambas desolaciones eran los 11 muertos del Alto Tajo.

Pero las tertulias masculinas son aburridas y repetitivas: giran y giran y siempre acaban en lo mismo. Las de las mujeres son mucho más refrescantes y antes que cuestiones inútiles como Beckham o la insufrible circunvalación de Salamanca, se tratan temas vitales y cercanos como el amor en sus múltiples facetas, la comida en sus múltiples recetas, la ropa en sus múltiples diseños, el moreno en sus múltiples intensidades, los vecinos de todo tipo y condición (de casa, de calle, de piscina) y los hijos con su inmenso abanico de habilidades y descalientos. En las piscinas extremeñas, los hombres comentan el mundo, las mujeres refieren la vida y el resto es sombra, agua, frescor y tinto de verano.