Todas las aficiones de todos los clubes del mundo tienen un estadio que guardan en el cajón de sus recuerdos como oro en paño. En casi todos los casos, en la inmensa mayoría, por haber logrado en ese recinto alguna proeza histórica. Es el teatro de los sueños de cada uno y, para el Extremadura, es natural que ese campo sea el Carlos Belmonte de Albacete. Allí, el 2 de junio de 1996, el antiguo CF Extremadura escribió la página más brillante de la historia del fútbol de Almendralejo y una de las más codiciadas del extremeño. Con apenas 27.000 habitantes, se convertía en la localidad más pequeña que accedía a la Primera División después de derrotar en la eliminatoria por el ascenso al Albacete con aquel zapatazo de Pepe Tirado que todavía retumba en la cabeza de los seguidores azulgranas.

Los caminos tienen a cruzarse. Este sábado, casi 23 años después, y en su regreso al fútbol profesional, el Extremadura volverá a saltar al Carlos Belmonte en Segunda. Con otra denominación (UD), pero con el mismo sentimiento, colores y afición de siempre. Y en su banquillo, casualidades o no del destino, estarán Manuel Mosquera y Pedro José, dos emblemas de aquel puñado de héroes que llevó al Extremadura al cielo.

«Es una pasada. Quién me iba a decir que apenas tres semanas después de venir aquí iríamos a jugar a Albacete, donde vivimos un día mágico de nuestras vidas. Y encima, con Perico a mi lado. Es increíble», resopla Manuel cuando le recordamos aquello. El técnico gallego confiesa que «es inevitable que cuando pisemos el estadio y veamos aquello, que estará muy cambiado, nos vengan detalles y recuerdos muy fuertes. Pero esto ya es otra cosa y allí vamos para sufrir, aunque estamos preparados», indica ya casi con el chip cambiado.

Manuel vive un momento especial, «sobre todo con Pedro José. Cuando estuvimos en Las Palmas, antes de empezar el partido, le dije: Pedro, esto es increíble. Otra vez aquí los dos, después de tanto tiempo». Para el entrenador del Extremadura, tener al de Torremejía al lado es especial: «es mi hermano. Es de aquellas personas que te llevas para siempre. A él, a su mujer Adela, a su gente. Nosotros somos familia», apunta.

Privilegio

Para Pedro José, estar al lado de Manuel también es un privilegio: «es increíble que esto suceda. Es un tipo excelente. Muy buena persona. Y ojo, con personalidad. Que nadie se piense que Manuel no tiene las cosas claras porque las tiene y las dice muy claritas», avisa ahora su ayudante.

Ambos fueron titulares aquella mágica noche del 2 de junio. Con Amador, Óscar Montiel, Tirado, Padilla, Ito, Canario, Sastre, Peña, Verde, Cortés, Félix… «todos fuimos importantes. Y Ortuondo, que era el gran motivador. Yo tengo que confesar que ha sido muy influyente para mí y, es posible, que tenga muchas cosas de él como entrenador», subraya orgulloso Manuel.

Manuel y Pedro José vuelven a ser uña y carne. No se separan en todo el entrenamiento y están continuamente consensuando las opciones, tanto en las sesiones preparatorias como en los partidos. Ambos conocen como la palma de sus manos el Extremadura: «sabemos lo que le gusta a esta afición y cómo transmitirlo. Todos somos importantes. Quizá lo de Albacete no es una casualidad. Ha llegado la oportunidad este año y estoy en el lugar donde debería estar», confiesa el míster. Dos décadas después, los viejos rockeros vuelven a su particular teatro de los sueños.