Ricardo Úriz (Pamplona, 3-7-1980) sigue el confinamiento en el barrio cacereño de Macondo. El veterano y carismático base del Cáceres Patrimonio de la Humanidad guerrea con sus tres hijos, Aimar, Izan y Julen, mientras aguarda a lo que sucede con el baloncesto y la vida en general. Reconoce que a veces piensa que el último partido antes del parón, en la pista del Ourense, fue el último de su carrera.

-¿Cómo lo está viviendo?

-Bien. Pero los ‘enanos’ necesitan moverse, ir para acá y para allá. Tienen un nivel de energía alto y necesitan actividad. Intentamos planificarles el día, simular lo que hacen en el colegio: se levantan, desayunan, hacen los deberes que les mandan, tienen hora de recreo... Todo para que no se les haga demasiado pesado. También cuando hace buen tiempo tratamos que salgan a la terraza y se evadan un poco, que se desahoguen. Tenemos que intentar que todo esto termine lo antes posible siendo responsables, siguiendo todos las indicaciones que se nos han dado. Hay que apechugar y quedarse en casa. Conozco a gente que no lo hace y eso me da entre miedo y rabia.

-¿Y usted qué hace?

-Aparte del trabajo físico que nos han ordenado, estoy aprovechando para ver baloncesto y seguir charlas, clinics... Intento no parar. Tengo que terminar el segundo nivel del curso de entrenador y estoy aprovechando el tiempo.

-¿No pensó en marcharse al norte, a su casa?

-Queríamos seguir cerca del colegio de los niños y también tenemos que esperar acontecimientos a nivel laboral, a ver qué se decide entre todos. Además, la situación que hay en Cáceres es mejor que la que puede haber allí. Juntándolo todo, la decisión fue quedarnos. Trasladar a una familia entera era más complicado.

-Visto ahora, hubiese sido inconcebible jugar sin público ante el Força Lleida, como en principio se decidió...

-Hubiera sido raro. Jugamos para los que esperan la semana para ir al Multiusos. Hubiese sido triste, como un mero entrenamiento. Yo hubiera suspendido la competición antes, no solo por cuestión de deporte, sino de salud.

-¿Es optimista respecto a que se reanude la LEB Oro?

-Lo desconozco. Estoy fuera de todo esto. Ojalá que vuelva la liga, lo digo desde el corazón. Desde la cabeza pienso que va a ser complicado. Hay muchos intereses. Los que tienen que tomar la decisión no lo tienen fácil.

-Todo esto dentro de una gran temporada del Cáceres Patrimonio de la Humanidad...

-Estaba siendo muy ilusionante. Solo había que ver cómo estaba la afición. Sería una pena que se tuviese que terminar así, sobre todo porque se venía un año muy difícil. Nuestros seguidores se merecen despedirse del equipo por todo lo alto. Nos quedaríamos con la sensación agridulce porque estamos en una buena racha después de ganar a varios ‘grandes’. En Ourense conseguimos la victoria prácticamente sin tres titulares. Eso dice mucho de cómo somos. El equipo estaba como en un trampolín, mirando para arriba. Que se haya cortado es una lástima. Nadie sabe dónde podríamos haber acabado. Yo estaba disfrutando muchísimo.

-¿Piensa a veces que el de Ourense fue quizás el último partido de su carrera?

-Claro que sí, pero las circunstancias son las que son y no dependen de mí. Solo espero y deseo que todo se solucione pronto, que la salud del mundo se resienta lo menos posible echando todos una mano. La decisión personal ya la tomaremos cuando esto termine.

-La cantidad de cosas cotidianas que estamos añorando...

-Leí un artículo de un amigo que decía que esto nos va a servir para valorar un abrazo, un beso, leer un libro en un parque, tomar una cerveza en un bar... Todo eso que hacemos algo a diario que solo valoramos cuando no las tenemos.