Ronaldinho cerró ayer su etapa en el Barça para empezar una nueva aventura en Milan, donde hoy será presentado con la pomposidad de las grandes estrellas para las tres próximas temporadas.

El club rojinegro, tras una jornada de frenéticas negociaciones, pagará 25 millones al Barça por el traspaso (21 fijos más 4 en variables), cinco menos de los que pagó el club azulgrana al París Saint Germain en el año 2003. Silvio Berlusconi, dueño del club y presidente del Gobierno de Italia, ya tiene al crack por el que suspiraba (llegó a prometer su fichaje en plena campaña electoral) y con el que, junto a Kaká y Pato, espera reconstruir un equipo venido a menos y que esta temporada jugará la Copa de la UEFA.

Por una vez, el dinero no lo fue todo. Cosa rara en el mundo del fútbol. Pero una cosa es jugar y vivir en Milán y otra hacerlo en Manchester y vestir la camiseta del City. Eso es lo que pensó Ronaldinho, que siempre tuvo clara su decisión. Daba igual que el club inglés le ofreciera 12 millones netos por año y un contrato de cuatro temporadas, muchísimo más de los 6,5 millones brutos que le pagará el Milan.

CLARA ELECCION Ronaldinho hace ya tiempo que tenía su cabeza en la ciudad italiana, fría, cierto, nada que ver con la soleada Castelldefels, pero un paraíso comparado con la industrial, aburrida y lluviosa Manchester. No había color. Tampoco en el aspecto deportivo: no es lo mismo jugar en uno de los mejores clubs del mundo, heptacampeón de Europa, que en un equipo mediano, como el City, por mucho que su propietario, el exprimer ministro tailandés Thaksin Shinawatra, prometa un proyecto ganador a base de decenas de millones.

Si Ronaldinho lo tenía claro, también el Barça. Pero sus preferencias se decantaban por el City, que llegó a ofrecer 30 millones fijos más otros dos en variables, junto con una campaña de promoción por Asia compartida por Messi y Ronaldinho. Pero la negativa del jugador a ir a Inglaterra, junto con la negativa de Roberto de Assis a renunciar al 15% de comisión si se aceptaba la oferta del City, forzó al club azulgrana a tener que entenderse con el Milan, que tuvo que incrementar su oferta inicial.

El Barcelona, en el que el presidente Joan Laporta comandó las negociaciones, acompañado por el directivo Rafael Yuste, Txiki Begiristain y Raül Sanllehí (director de la sección de fútbol), tampoco quería forzar un pulso con el jugador por el deseo de que se marchara amistosamente. "Intentamos que la operación fuera la mejor posible tanto para el jugador como para el club", aseguró Rafael Yuste.