A estas alturas, no es ningún secreto que la Villa Olímpica de Río 2016 es un hervidero de hormonas. Un total de 10.500 atletas jóvenes, guapos y en su máxima plenitud física comparten un espacio cerrado de 200.000 metros cuadrados y un cargamento de 350.000 preservativos. Pero lo que en principio no debería ser un motivo de preocupación, más allá del efecto sobre la 'performance' de los deportistas, ha cruzado una peligrosa línea en un par de ocasiones.

Este mismo lunes, la Policía Civil de Río de Janeiro informó que el boxeador Jonas Junius fue detenido por acosar a una de las camareras de la Villa Olímpica. El abanderado de Namibia, de 22 años, agarró por el brazo a la brasileña y le intentó besar en repetidas ocasiones. Contrariado por la negativa de la joven, el africano llegó a ofrecer dinero por sexo. Ante el acoso del atleta, la víctima salió corriendo y explicó su caso a los agentes de seguridad del recinto. La reacción no se hizo esperar y Junias dormirá esta noche en el temible Complejo Penitenciario de Bangú.

Un lugar repleto de narcotraficantes, asesinos y adictos al crack que para colmo se encuentra controlado de arriba a abajo por la mafia de los paramilitares o ‘milicia’. Su combate el jueves contra el francésHassan Anzille jamás ocurrirá a no ser que el juez de turno considere innecesario su arresto. Sin embargo, el código penal de Brasil es claro: cualquier intimidación sexual está considerada como un delito de violación. Una legislación que a pesar de su dureza no ha conseguido reducir la escalofriante cifra de 476.000 violaciones anuales que el Foro Brasileño de Seguridad Pública calculó para 2014 basándose en que únicamente el 35% de los casos son denunciados.

El caso del púgil subsaharianose solapa con el del marroquí Hassan Sadaque también se hospeda ahora en Bangú. El pasado sábado, el también boxeador llamó a dos camareras para solucionar un problema en su apartamento de la Villa Olímpica. Cuando las mujeres entraron en el lugar, Sada las agredió sexualmente. Aunque lograron zafarse del agresor sin sufrir ningún percance, su experiencia causó un gran impacto entre las camareras de la Villa que, según la comisaria responsable de la investigación Carolina Salomao, comienzan a estarcansadas de la excesiva atención de algunos atletas.

“Esperamos que la prisión sirva de ejemplo. Para nosotras, las mujeres, es una falta de respeto enorme. Independientemente de la cultura la ley es lo que cuenta, la libertad de poder andar con más o menos ropa. Hay rumores de que han habido muchos más casos y las camareras están muy indignadas con lo que está pasando”, resumió Salomao. Por su parte, el Comité de Río 2016 investiga junto a las autoridades un supuesto intento de violación de uno de los seguridades del velódromo, una de las mayores instalaciones del Parque Olímpico, contra una bombera.

El estigma del acoso sexual se ha colado en pleno corazón de Río 2016. Si bien Brasil es un país que siempre se ha destacado por su sensualidad, la violación es un crimen que se paga con el linchamiento hasta la muerte en la mayor parte de las favelas del país mientras que la tolerancia con los violadores en las prisiones es cero. En la memoria colectiva del país todavía resuena la violación a manos de 33 hombres de una joven de 17 años en la favela de José Operario en el norte de Río. Los agresores no contentos con su hazaña colgaron varios vídeos y fotografías de la violación en las redes sociales.

El caso conmocionó al mundo y fue condenado públicamente por la ONU que alertó a las autoridades de Brasil del problema que enfrenta el país. Río 2016 no puede permitirse el lujo de ser permisivos con la actitud de determinados atletas. Las redes sociales del país hervían este lunes al conocerse la segunda agresión y un nuevo escándalo sería demasiado para la imagen del mayor evento deportivo del mundo. Probablemente, tanto Sada como Junius pasarán un buen tiempo en Bangú antes de ser deportados. El ejemplo debería acabar con esta lacra en Río 2016.