«Ese balón lo he despejado ya 500 veces». Son las 19.15 horas y han pasado casi 30 desde que Alberto Delgado Quintana (Cabezón de la Sal, 4 de junio de 1991) protagonizara el despeje hacia su propia portería que supuso el 1-2 del Eibar ante el Cacereño en Copa del Rey. La crueldad del fútbol se acentuó con el dato de que el tanto se produjo en la última jugada.

El capitán del CPC asume que ha dormido mal «porque los que me conocen saben lo exigente que soy conmigo mismo», pero al mismo tiempo se siente reconfortado por todas las muestras de cariño que ha recibido. «El teléfono no ha dejado de sonar ni un minuto», apunta en sus declaraciones a este diario. De hecho, el celular llegó a bloquearse ayer durante unas horas. ¿Causa-efecto?

Pero Delgado se siente reconfortado por ello, y no solamente por el aluvión de solidaridad recibido a través de las redes sociales: sus padres, llegados expresamente desde su pueblo cántabro, y Rocío, su novia cacereña, le han apoyado sobremanera. Sus progenitores, que se desplazaron a Cáceres para ver el encuentro y pasar unos días con él, regresaron ayer por la mañana a casa especialmente orgullosos de Alberto.

Su hermano Javi, también futbolista «mucho mejor que yo, y es media punta o delantero», no pudo venir, pero también, como tantos otros compañeros y excompañeros («Luismi me mandó un mensaje muy cariñoso», revela sobre el que fuera media punta del CPC) le ha insuflado todo el ánimo del mundo al que ha sido uno de los jugadores más nombrados en el fútbol nacional durante el fin de semana.

«Mi idea era echar ese balón a la banda para asegurarme porque tenía a un rival detrás, pero me cayó más bajo de lo que calculé», explica sobre la acción puntual del gol. El lateral lo lamenta y lo asume, pero la unánime corriente a su favor le ha hecho valorar lo que tiene alrededor y mirar hacia adelante. Sobre la falta anterior al gol, que él lanzó con Marcos Torres al lado, es autocrítico y afirma: «quizá me precipité, pero tenía el convencimiento de que podía meterla». ¿Ambición? Es evidente. Y lo asume, pero el que no arriesga no suele ganar.

De hecho, su fijación es evidente: conseguir el ascenso a la Segunda División B con el Cacereño al cumplirse su tercera temporada. «Lo tenemos que conseguir», dice, subrayando así la calidad humana del vestuario del decano del fútbol extremeño. «No voy a comparar con respecto a los otros dos anteriores, pero esto es una piña», asevera el zurdo del CPC.

Mientras, ayer se conoció que el Eibar ha invitado a un partido al defensa verde. Este gesto fue alabado por el propio Cacereño. El futbolista cántabro también lo ha agradecido, aunque su fijación, en realidad, es unívoca: subir con su «equipazo» en mayo o junio.