En cualquiera de los rocódromos comerciales que se despliegan por el mapa urbano de la provincia de Barcelona, un aficionado a la escalada puede toparse con Alberto Ginés. De taquilla en taquilla, ajeno al glamour olímpico, con su bolsa de magnesio y sus pies de gato, el joven cacereño debe pagar una entrada de día para poder moverse entre las presas de resina. Es allí donde su figura, ágil y fibrosa, sobresale entre los mortales que encuentran en las paredes un momento de desconexión y de ocio. Él, en cambio, prepara de manera casi autónoma el asalto a los Juegos de Tokio haciendo historia: con 17 años es el primer español en llegar a la cima de la escalada.

El extremeño, según confiesa, cumplirá «un sueño contra todo pronóstico». Y es que «ni siquiera la federación internacional contaba con los escaladores nacidos en 2002, como él», apunta David Macià, su entrenador desde hace siete años. Fue entonces cuando sus caminos se cruzaron. «No es que lo descubriera yo, sino que me lo trajo su padre», recuerda el técnico catalán, quien también fue mentor, entre otros, de Ramonet Julián. «Nos encontramos en Rodellar (una pequeña localidad, considerada la cuna oscense de la disciplina). Yo ya había trabajado con escaladores de alto nivel y su padre me vino a ver en la parcela del camping. Me dijo: ‘oye, ¿qué te parece si llevas al chaval?’ Después de haberle visto escalar en roca «El delfín” (7c+) con una actitud que me impresionó, pensé: ‘vamos a probar’».

Con 10 años

Alberto Ginés tenía 10 años. Aquel niño le impresionó por lo mismo por lo que le sigue impresionando ahora, en plena juventud, con 17. «De él destaco la actitud que pone en todo lo que hace. Tiene muchas ganas de conseguir grandes cosas», subraya Macià. Incluso sus rivales, entre ellos el icónico Adam Ondra, aprueban el potencial de un chico que sigue familiarizándose con la categoría absoluta siendo todavía juvenil y que tiene su propia peña en Cáceres, fundada por su abuelo en el Bar Los Siete Robles.

«Psicológicamente, el salto para mí fue duro», sostiene el escalador español, ya superado el vértigo de su primer podio en la Copa del Mundo. “Aunque los resultados eran buenos, no tenía la cabeza preparada. Creo que hacer muchas competiciones me ayudó a normalizarlo”, abunda.

Ocurre que la inclusión de la escalada en el programa olímpico -bajo un complejo croquis que impone sobresalir en tres modalidades casi antagónicas, dificultad, bloque y velocidad- pilló a la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada (FEDME) con el pie cambiado. Sus deportistas no disponen de un lugar para desarrollar su potencial.

«Las instalaciones son nuestra asignatura pendiente», asume el director técnico de la federación, Lluís Giner. «Es como decir que somos la federación de natación y no tenemos piscinas olímpicas. Es algo que nos falta. Sin duda, llegará. Pero, de momento, no tenemos las infraestructuras adecuadas», lamenta. Pese a esta precaria realidad, ni Alberto Ginés ni David Macià se achantaron frente al reto olímpico. Más bien, al contrario. «En 2016, cuando se anunció que la escalada sería olímpica en Tokio, pusimos los Juegos en el punto de mira. ¡Había que intentarlo!», explica el joven cacereño. Su plan comenzó a tejerse a partir de una mudanza, de Extremadura a Cataluña. «Fue un punto de inflexión en mi carrera deportiva. Al principio fue duro, porque irme de casa con 15 años no estaba en mis planes, pero ahora me encuentro como en casa», confiesa Alberto Ginés.

Actualmente, vive en el CAR de Sant Cugat. El Consejo Superior de Deportes reconoció su condición de interno. Disfruta, además, de una de las dos becas Podium que el Comité Olímpico Español ha creado para la FEDME. «Alberto lleva una temporada gozando de esta beca. Es un pequeño empujón», conviene Lluís Giner Reconoce, no obstante, el director técnico de la federación que para el crecimiento deportivo del cacereño han sido capitales sus padres y su entrenador.

«Por un lado, su familia le ha dado siempre el espacio que necesitaba para crecer como deportista de alto nivel. Por otro lado, Alberto ha crecido con Macià, que le conoce como si fuera su hijo y actualmente es el seleccionador de esta casa. Él ha calibrado las cargas de trabajo y los descansos. También ha podido gestionar las necesidades. Esta temporada ha sido tan densa como especial. En 2019, todos nos jugábamos tanto...», abunda. En el entorno federativo admiten que lo conseguido por Alberto es impresionante y también inesperado.

Ganado a pulso

«Será olímpico en Tokio porque se lo ha ganado a pulso, pero nadie lo hubiera podido plantear de una manera serena y objetiva. Había un 5 por ciento de posibilidades favorables para conseguirlo», esgrime Lluís Giner.

¿Cómo explicar, entonces, su clasificación para estos Juegos Olímpicos? «Tiene muchísimo talento, un físico portentoso y una cabeza muy bien amueblada. Con 17 años recién cumplidos soporta la presión como si fuera un veterano. Tiene una capacidad y una frialdad a la hora de asumir el momento cumbre, que creo que es de gran ayuda para no salirse del guión. Después, tiene un trabajo acumulado ingente, que le hace estar entre los mejores del mundo», argumenta el director técnico de escalada de la FEDME. Para 2020 el desafío será seguir potenciando las cualidades de Alberto Ginés.

Todo pasa por exprimir su habilidad en tres disciplinas sumamente dispares. Como si a un atleta se le exigiese dominar los 100 metros lisos, el maratón y el lanzamiento de martillo.

«Sabemos que el ganador en Tokio no tendrá un perfil específico. El campeón tendrá que estar en torno a los 7 segundos en la velocidad, preferentemente por debajo. Tiene que hacer un buen papel en bloque y un buen papel en dificultad. El buen velocista, el velocista puro, no tiene nada que hacer en el podio. Necesita dominar las tres disciplinas», afirma Giner.

La especialidad de Alberto es la dificultad. «Quedar el primero en una prueba te hace ganar muchos puntos y él tiene muchas opciones de quedar muy bien en la cuerda, así que vamos a seguir apretando mucho en esa disciplina. Luego, hemos apostado mucho por el bloque y no tanto por la velocidad, pero quizás cambiemos la estrategia porque parece que la velocidad nos va a ir bastante bien. Como tenemos margen para trabajar, a ver si le podemos dar más cabida para que Alberto corra en un margen estable y sea más competitivo. El bloque es más azaroso, depende de lo que nos pongan nos puede ir muy bien o muy mal. Por eso vamos a intentar mantener la cuerda, apostar muy fuerte por la velocidad y ver qué podemos hacer en el bloque», adelanta Macià.

Entretanto espera disponer de una pequeña instalación en el CAR de Sant Cugat para poder hacer alguna sesión, ajenos al fin a la clientela de los rocódromos. «Es un gran hándicap ir a entrenar a salas comerciales, donde hay gente que paga su entrada. También queremos que la federación española destine todos los recursos que puede, que lo está haciendo, a ayudarnos a ir fuera, al extranjero, a entrenar cuando lo necesitemos. Como aquí no hay ninguna instalación, siempre me lo llevo por diferentes rocódromos y en el verano nos vamos a entrenar fuera. Hasta hace bien poco, lo pagaban sus padres. Sin decir que el camino recorrido hasta ahora esté mal hecho, sí que es verdad que al principio no parecía muy creíble que fuéramos olímpicos. No parecía creíble que pudiéramos colocar un escalador en los Juegos Olímpicos y al final fuimos consiguiendo todo a contrapié. Ojalá a París 2024 vayamos con los deberes hechos desde todas las perspectivas», desea el seleccionador español.

Mientras se construye ese futuro, su pupilo sigue centrado en lo suyo. «En 2020 quiero competir en todas las Copas del Mundo absolutas y hacer los Campeonatos del Mundo juveniles y los Europeos absolutos. Obviamente, la gran cita serán los Juegos Olímpicos. Para Tokio no estoy pensando en ningún resultado. El objetivo ya lo he cumplido. Solo quiero competir bien y disfrutar», sentencia Ginés. España le mira porque son sus manos las que sostienen la escalada.