TUty, qué alta eres. Seguro que juegas a baloncesto". ¡Cuántas veces nos habrán dicho eso! Es un comentario muy típico. Desde siempre, el baloncesto se ha relacionado a jugadoras altas y grandes.

Las pívots normalmente somos las jugadoras más altas del equipo y nuestro juego tiene mucho que ver con la fuerza y potencia física. Jugamos normalmente cerca del aro, de espaldas o también podemos hacerlo de cara a 3-4 metros. Como nosotros nos referimos a nuestro hábitat natural, poste alto y poste bajo.

Para una pívot es imprescindible tener un buen trabajo de pies. Hay que actuar y decidir muy rápido en muy poco espacio. Una pívot tiene un sinfín de movimientos ofensivos. Para complementar, debe trabajar el tiro a corta y media distancia, dominar el gancho y manejar bien ambas las manos.

Además de su físico, una pívot tiene que ser muy fuerte mentalmente. Es una jugadora con mucho trabajo que corre desde una línea de fondo a la otra y tiene que utilizar su físico en cada jugada, independientemente de recibir el balón o no. Por eso, es importante que una pivot sepa colocarse en el campo y... ¡minimizar los esfuerzos innecesarios!

Las pívots dan mucha consistencia al equipo. Son reboteadores por excelencia y regalan muchas posesiones de balón al equipo. En defensa, por ser muchas veces el último jugador, ayudan a sus compañeras. En ataque, facilitan el trabajo del resto, con bloqueos para crear ventajas a modo de "pantalla".

La posición de pívot es la que más ha evolucionado en baloncesto moderno. Antes éramos sólo una cuestión de la altura. Con el tiempo pasamos a ser jugadoras más completas, jugadoras de equipo, con buen dominio del balón y capaz de abrir el campo. Somos una amenaza no solo por lo que hacemos, sino por lo que creamos para todo el equipo. Somos el "pilar" sobre el que se edifica el equipo.