A Alex Cañero Carmona (Igualada, Barcelona, 26 de mayo de 1997) hay que reconocerle un entusiasmo cercano a lo indescriptible a la hora de apostar por ser futbolista profesional. «Yo voy a luchar con todas mis fuerzas por cumplir mi sueño; lo tengo muy claro, vaya. Aspiro a lo más alto». Lo dice el jugador del Miajadas tras su día a día en la Escuela de Albañilería y Pintura de la Mancomunidad Sierra de Montánchez Tamuja, con sede en Torre de Santa María. Y lo expresa este extremo que, desde diciembre, tiene que encontrar otro trabajo «como sea».

Y es que se acaba esa ocupación que le ha dado para vivir en el último año. El objetivo, como el de hacer 10 goles esta temporada, es encontrar «algo» en los siguientes cuatro meses, antes de que el paro le presione, cual defensa del equipo rival.

El de Alex Cañero es el prototipo de deportista humilde que compatibiliza el fútbol con otra ocupación profesional con la que ganarse la vida y, como él, poder vivir dignamente con su novia en una vivienda de alquiler. Esta mañana, cuenta, «henos estado en la plaza de Montánchez, arreglando algunas cosas», comenta distendidamente.

Gol al Cacereño

Ocurre que, un par de días antes estaba haciendo el gol que daba el triunfo a los miajadeños en Valverde de Leganés y que sitúa a los de Aitor Bidaurrázaga en el coliderato, con el Jerez, del grupo 2 de la Tercera extremeña. En el horizonte, el del domingo, está el partido ante el Cacereño, equipo al que hace tres temporadas hizo el tanto de la remontada (2-1), cuando él militaba en el Trujillo y curiosamente, cuando su actual entrenador ocupaba el banquillo del CPC formando tándem con José María Rebollo.

¿Qué hace un jugador nacido en Cataluña en Extremadura? «Mis padres son de allí. La única que era de aquí era mi abuela Nicolasa, pero hace 12 o 13 años nos vimos todos al pueblo». Ese pueblo, en el que vive feliz, es Zarza de Montánchez. «Cada año nos vamos en verano a Cataluña para estar con parte de la familia», relata. Paradójico. Justo al revés de lo que suele suceder en la región.

En Igualada precisamente dio sus primeros pasos. Desde pequeño, asume, lo de estudiar no ha sido lo suyo. Tanto en Cataluña como ya en Extremadura en el colegio de Zarza o después en el IES Sierra de Montánchez la prioridad, no lo podía evitar, era el fútbol. «Después de comer iba a casa de un amigo para decirle: ‘vamos a ir a jugar al balón’. Si no venía, me iba yo solo a darle a la pelota», cuenta con desparpajo, el mismo que le confiere su condición de extremo vertical que tanto rédito le ha dado desde sus inicios.

Llegó a Cáceres, al Diocesano, reclutado por Adolfo Senso, y protagonizó en forma de goles, con sus amigos Iván Fernández o Fran Viñuela, el ascenso a Tercera División de los colegiales siendo aún un juvenil. Varios años en los que su abuelo Vicente le traía a la ciudad a entrenar. Siempre en busca de un sueño. Siempre con el fútbol como principal reclamo. En Cáceres conoció a su novia, Eva, natural de Torrecilla de la Tiesa, con la que vive «desde el inicio del confinamiento», aunque su relación dura cinco años.

En la capital cacereña no terminó la ESO (le resta una asignatura «que me sacaré», augura) para después prepararse para el Ejército y después, «si se puede», pensar en ser guardia civil o policía, unas opciones que también le seducen.

Mientras, con experiencias negativas en Trujillo (la segunda) y Tárrega, en la Primera Catalana, en Valdefuentes (12 goles en 15 partidos), desde principios de año nuevo disfruta del fútbol y del Miajadas, club que es «como una familia», con un vestuario «muy unido». Comenta Cañero que la piña es global «desde el portero, que el que no juega anima al otro, por ejemplo». Esta noche, el entrenador le recogerá en Valdemorales. ¿Seguirá soñando este currante? Sin duda.