Mejor, imposible. Fernando Alonso (Renault) cumplió ayer, en el Gran Premio de Australia que abría el Mundial de F-1, con todos los augurios que le convierten en el potencial heredero de Michael Schumacher (Ferrari), si es que el alemán decide retirarse algún día.

El joven asturiano, que realizó una de sus escalofriantes salidas fruto de su enorme talento, audacia, agresividad, arrojo, habilidad y picardía, consiguió superar a sus dos máximos rivales en la lucha por el tercer escalón del podio, Jenson Button y Juan Pablo Montoya, y escapar hacia la gloria, aquella que le coloca como lider del resto de los mortales, considerando que el doblete obtenido por Schumi y Rubens Barrichello (Ferrari) es fruto de la superioridad galáctica demostrada por la scuderia.

VICTORIA APLASTANTE Ganó Schumacher, de cabo a rabo, escoltado por su fiel escudero Rubinho. Y anoten: Schumi fue primero el viernes, primero el sábado, pole position, vuelta rápida, ganador y líder desde el primer metro hasta el último. No perdió el liderato en ninguna de las tres paradas en boxes.

Melbourne es, dicen, la otra casa de Ferrari. Aquí son más rojos que en Maranello y la pista parece diseñada para que empiecen la temporada con buen pie. Así ocurrió en cinco de los últimos seis años. Si a ello añadimos que los neumáticos Bridgestone ofrecen su mejor rendimiento en el trazado de Albert Park comprenderemos que el paseo de ayer del alemán sea, simplemente, una prolongación de los que protagonizó en el 2000, 2001 y 2002.

SEÑAL A ALONSO No hubo carrera, que lo sepan. Ferrari gastó la hora y 24 minutos que duró la prueba en demostrar su supremacía y en meter el miedo al resto de equipos, al gran circo, que teme el Mundial esté decidido antes del caluroso agosto. Porque el miedo no es que domine Ferrari. El miedo es que nadie, nadie, pueda acosar a Schumi, ya que, de ser cierta su superioridad de ayer, el único que podría es su compañero de equipo, Barrichello, que lo tiene prohibido por contrato. En ese sentido, son muchos los que lamentan que la rivalidad protagonizada en los años 88 y 89 por dos genios como Ayrton Senna y Alain Prost, que chocaban sus McLaren-Honda en busca de la victoria, haya pasado a mejor vida.

Muchos ojos escogieron ayer el rostro cool , simpático, dicharachero, de Alonso para convertirlo en el chico milagro, en el joven que intente aguarle la fiesta a los ferraristas. En ese sentido, fue excesivamente sospechoso el grito a la italiana que se oyó en los alrededores del podio cuando alguien dijo "¡el equipo Ferrari al completo!", justo en el momento que Barrichello, Schumacher, Jean Todt, superjefe de la escuderia, y Alonso posaban para la posteridad.

Tal vez por ello a Schumacher no le cupo más remedio que, en un guiño gracioso, decir en voz baja "no corre mal este chico, la verdad", cuando alguien le preguntó si lo ve como su sucesor. Y es que lo que ayer hizo Alonso fue digno al título de honor de heredero. Salió como sólo Schumi sabe hacerlo. Superó en un soplido a Button, dribló a Montoya en la arrancada, lo desplazó al lado malo de la pista, sobrevoló la hierba como si fuese asfalto y, cuando llegó la primera curva, le cerró la puerta al colombiano que, desquiciado, descentrado, se pasó de frenada. Alonso arrinconó a sus rivales hasta hacerlos desaparecer y enlazó 30 vueltas a ritmo de cronometrada para escaparse del resto de los humanos.

RESPUESTA AL JEFE Alonso sumó el quinto podio de su vida con la misma naturalidad que se merendó a los McLaren y a los Williams, con la misma autoridad y eficacia con la que le demostró a su jefe Pat Symonds que él está en esto para correr, no para entrenar, para arrollar, no para dar vueltas. Symonds dudó de Alonso y éste le respondió con la mayor e inesperada de las recompensas: con un bronce que sabe a oro.