La F-1 está patas arriba, tanto, que Ferrari ha hecho sonar la alarma, McLaren entra en depresión y Williams se consuela con las migajas. Y toda la culpa es de Fernando Alonso, el flamante líder del Mundial tras vencer a lo grande en Malaisia. Hace 15 días dio una exhibición en Australia, remontando del puesto decimotercero al podio. Ayer, en Sepang, nada le separó de su objetivo: dominó los entrenamientos libres, hizo la pole, y cruzó el primero la meta sin que nadie le hiciera sombra. El combativo Trulli consiguió el primer podio para Toyota, y Heidfeld completó el cajón tras salir indemne de la feroz lucha por los puntos que forzó los abandonos de Fisichella, Webber y Barrichello como principales damnificados. Michael Schumacher enganchó sus dos primeros puntos al entrar séptimo. Raikkonen, ni eso.

Nadie en Malasia tenía la más mínima duda de que el triunfo era propiedad de Alonso. El asturiano dominó con autoridad la primera crono, en la que todos los coches salen con la misma gasolina y los neumáticos nuevos, y confirmó la pole en la segunda sesión, ya con el carburante de carrera. Ahí ganó la primera batalla a su compañero Fisichella, al que aventajó en cuatro décimas en igualdad de condiciones.

PILOTAJE INMACULADO Alonso salió como un tiro y comenzó a marcar un ritmo implacable, sin arriesgar a fondo, pero alejando a sus perseguidores y dando una lección de cómo se conservan los neumáticos y el motor en las peores condiciones de calor. El Renault no iba tan bien como en Australia y el ovetense sufrió una deshidratación porque el sistema para beber en carrera no funcionó. Nadie lo notó, sólo cedió el liderato un par de vueltas porque entró antes que Trulli en el segundo repostaje.

Alonso aprovechó las paradas para dar más carga aerodinámica al tren delantero y rebajó la presión de los neumáticos traseros para equilibrar su coche. Llegó a la meta con 24 segundos de ventaja, sin forzar el motor y con las gomas aún bastante enteras. Ni se enteró de lo que había por detrás, sólo de que su excompañero Trulli aguantó más de lo previsto. Toyota, con su gran presupuesto, es un enemigo más peligroso de lo que cabía esperar.

En la lucha por alcanzar el bronce se armó una verdadera batalla campal que permitió valorar las virtudes de un circuito como Sepang, con curvas de complicado trazado que exigen el máximo a pilotos y coches, y suficiente anchura como para ver, ¡por fin!, algún adelantamiento. Y chapa, mucha chapa, como se dice en la jerga de los circuitos cuando chocan los monoplazas.

Fisichella, incapaz de adaptarse como Alonso al cambiante comportamiento del R25, no aguantó el ritmo de Trulli, y en una escapada por la hierba perdió una pieza del pontón delantero. Los dos Williams de Webber y Heidfeld le dieron caza y, cuando estudiaban la manera de adelantar al Renault del italiano, llegó Ralf por detrás y dio la primera embestida, de mala forma, como suele ser habitual en él, aunque su Toyota fue el más perjudicado. Perdió una pieza aerodinámica y quedó descolgado.

PINCHAZO DE RAIKKONEN Tirando de galones, Webber fue quien atacó a Fisichella al final de la recta de meta. Intentó adelantar por fuera en la curva uno, y el italiano, al apurar la frenada y con su aerodinámica tocada, trabó las cuatro ruedas y se fue contra Webber. Ambos acabaron en la hierba, con Heidfeld de espectador esperando para colarse en el podio, un lugar que hubiese sido para Raikkonen si el neumático trasero de su McLaren no hubiera reventado, lo que le dejó fuera de los puntos. Con un pilotaje con muchos más errores, su compañero Montoya acabó cuarto, por delante de otro caso perdido, Ralf, y del sorprendente Red Bull de David Coulthard.

EL PAPEL DE SCHUMACHER Más atrás, en los infiernos de la lucha por sumar un puntito, asomaba la cabeza el primer Ferrari, el de Michael Schumacher. Hasta ahí llegó después de salir 13 en la parrilla. El Ferrari del heptacampeón marcó la mayor velocidad punta de la carrera, pero sus Bridgestone se deshicieron como chicle. El heptacampeón aún pudo atrapar dos puntos, peleando nada menos que con el Red Bull de Klien. Barrichello, ni eso. El brasileño se retiró a seis vueltas del final sin ruedas antes de estamparse contra un muro. Alonso lo vio todo porque dobló a Schumi cuando luchaba con los Red Bull.

La lástima es que ayer apenas había españoles en el circuito de Sepang. Sólo De la Rosa, piloto probador de McLaren, Joaquín Verdegay, comisario, y los enviados especiales de los medios de comunicación. Así que Alonso celebró el triunfo con los periodistas. La felicitación más especial fue la del Rey. Entusiasmado con la carrera, don Juan Carlos había llamado al teléfono del mánager de Alonso demasiado pronto, cuando el asturiano aún estaba dando la vuelta de honor. "Me dio la enhorabuena y me dijo que había seguido la carrera por televisión y que no ve el momento de que llegue Montmeló", desveló el piloto.