Fue emocionante, pero controlado. Ñete Bohigas se mostró sereno y por momentos sonriente en su despedida como entrenador del Cáceres Patrimonio de la Humanidad. Flanqueado por José Manuel Sánchez y Sergio Pérez, presidente y director deportivo del club, habló de baloncesto, pero también de orgullo y el dolor del ‘catovi’. «Ser de Cáceres no es fácil en Cáceres», soltó, con un punto de amargura. Entre los directivos solo estuvo presente además en la sala de prensa del Multiusos el presidente de honor, Pedro Núñez.

No sacó el lanzallamas. Su discurso «sigue siendo el mismo» que antes de ser cesado. «Mi prioridad es que salir de los tres últimos puestos y que el descenso se vea como un mal sueño al final», comentó. Para ello, deseó la total recuperación de Andy Mazurczak («el equipo es otro con él») y de Niko Rakocevic.

Y es que le queda la sensación de que «tras vencer al Canoe, aun con un mal partido, hubiéramos ganado a Barcelona y las cosas se hubieran visto de otra forma, pero no ha podido ser».

Lo mencionó varias veces: se había sentido «muy orgulloso» de haber entrenado al Cáceres: «Se cierra un círculo. Estoy con la conciencia muy tranquila. He sido muy honesto. Solo una persona que amase mucho la ciudad y al club podría llevar a sus espaldas intentar ascender a Oro y cumplir los requisitos que se pedían año a añocon unos presupuestos más bajos de siempre».

En el capítulo de los agradecimientos, apuntó a los jugadores («los que están y los que no están, porque de todos he aprendido») y especialmente a la secretaria Cristina Merino, el utillero Pepe Casares y el preparador físico Mario Díaz Hellín. De este reseñó su «lealtad y profesionalidad».

Y es que a su sucesor, Roberto Blanco, solo lo mencionó cuando se le preguntó expresamente por él. ¿Está preparado para salvar al equipo? No hubo un «sí» rotundo, sino más bien un «ojalá». «Le han encomendado esa tarea y espero que tenga mucha suerte y lo consiga», declaró.

Todo eso en un contexto en el que intentó no polemizar. «Cuando termine la temporada, y todo sea una temporada, se podrá hablar. Pero de mi boca no saldrá nada que amenace el futuro deportivo de mi club», respondió.

Anunció además que estará en la grada «en cuanto vea que mi presencia no va a hacer daño» y que se unirá «a la gente que anima» y que se separará «de la que insulta». «A los que no les ha gustado mi trabajo, les pido disculpas si mi temperamento les ha podido herir. Estoy a su disposición», señaló.

Pasado y futuro

Bohigas hizo un repaso por su trayectoria en el baloncesto cacereño. «He hecho de todo. He sido hijo de presidente, jugador, abonado, accionista, he avalado con mi patrimonio». Solo se le asomó una lágrima cuando se refirió al apoyo «fundamental» de su familia. Se defendió de ese momento bajo reconociendo que es «muy llorica». Acabó reconociendo que había «sufrido muchísimo» porque había habido «momentos complicados».

Su deseo es seguir entrenando. «Si ha habido un momento en mi carrera en el que me siento más fuerte, es ahora. No tengo la menor duda. Sigo siendo entrenador y posiblemente lo haré en otro sitio. Si no, me dedicaré a otras cosas», comentó.

No faltó la autocrítica... salpicada por la queja hacia parte de la plantilla. «He cometido errores en la cancha y en la planificación. Cuando se está limitado a la hora de fichar, es más fácil equivocarse. Corríamos el riesgo algún año de que pasara. Algunos jugadores que pensábamos que podían dar un rendimiento, no lo han dado», explicó. Esto que ha pasado, en suma, lo ve como «parte del negocio» tras 27 años en ello.

Por su parte, José Manuel Sánchez dijo que «uno de los peores momentos para un presidente es prescindir de alguien con quien has trabajado durante un largo periodo de tiempo» y aseguró que el cese «se meditó mucho» porque «era el momento adecuado» porque «no se estaban cumpliendo las expectativas en el equipo».

Mientras, Sergio Pérez agradeció a Bohigas su trabajo y eludió casi todas las preguntas que se le hicieron, sobre todo si se referían a su opinión personal sobre la destitución.