Simeone se remitía hace unos días al «cariño» que, dijo, Lucas Hernández sabe que le tiene el club y él mismo, pero en el contexto que le ha tocado vivir a este Atlético de Madrid, el afecto se demuestra con dinero, y el club presidido por Enrique Cerezo no tiene demasiado margen para satisfacer al defensa francés, en el punto de mira del Bayern de Múnich.

En su limitada exposición mediática, Lucas ha adoptado el proceder de su compatriota Griezmann: un mensaje de amor rojiblanco comedido, siempre en Francia y en vacaciones, dejando abierta la puerta a un cambio de colores. «Hay bastantes clubs en Europa que me hacen soñar, pero no diré cuáles. Estoy bien en Madrid, pero si tengo que irme porque un proyecto me interesa, me lo plantearía. Tengo que tomar la mejor decisión posible para mí, mi familia y mi carrera», dijo Hernández el viernes en una entrevista en Le Figaro.

El problema deportivo

Como ya hicieran la temporada pasada con la frustrada salida de Griezmann destino a Barcelona, Simeone y el Atlético han puesto en marcha la operación para retener a Lucas, sobrada de todo menos de dinero. Con el delantero salió bien, aunque no barato, para los intereses de unos atléticos que ahora empiezan a padecer las consecuencias de los importantes contratos que ha rubricado el club, cohibido por el límite salarial y con las dificultades derivadas de aspirar a mantener la plantilla más ambiciosa de su historia. La marcha de Lucas en el mercado de invierno dejaría muy descompensada una plantilla medida al milímetro, en la que no sobra nadie, y menos el defensa más regular y con más proyección del equipo. Entre la plaga de lesiones de la plantilla, a las que son abonados Giménez y Savic, y el inexorable paso del tiempo que hace mella en Godín, el francés es el pilar fundamental de una retaguardia que es la línea de vida del equipo.

El Atlético está al filo de terminar como aquel vecino que exprimió sus ingresos para comprar un coche nuevo, el mejor, pero terminó lujosamente aparcado en la puerta porque no le quedaba ya dinero para la gasolina.

El techo de sueldos que puede asumir un club de La Liga no es más que una medida de autocontrol que no permite el endeudamiento de las entidades respecto a los salarios de sus empleados. El límite salarial es la cifra resultante de restar a los ingresos totales de un club los gastos que no tienen que ver con la plantilla, un ejercicio que cualquier economía familiar saneada debe hacer con frecuencia mensual.

Los problemas crecen

Aunque el Atlético ha reducido considerablemente sus gastos fuera del equipo, los 293 millones de euros que tiene para gastar en sueldos (sobre los más de 400 de su presupuesto total) todavía se antojan insuficientes para que la mejora de contrato a la que aspira Lucas (que renovó en verano, durante el Mundial) sea equiparable económicamente a las cifras a las que puede aspirar si abandona el club.

Pese a que la venta del defensa francés se ha alejado en los últimos días, solo la amenaza ha obligado a reaccionar a un Atlético cada vez más acorralado en el plano económico, que ha hipotecado todo a una carta, la de esta temporada.

Entre tanto, el club tiene que afrontar próximamente la renovación de Jan Oblak, fundamental para el futuro próximo del Atlético. También están a la cola para firmar Diego Godín, Filipe Luis y Juanfran, aunque alguno de ellos va a tener que formar parte, forzosamente, de la lista de renuncias que tendrá que asumir la plantilla. Además, el propio técnico, Diego Simeone, en un rango salarial de jugador planetario, también tiene la renovación a la vista.