Mi amigo Manolo está preocupado. Su equipo favorito, el Cáceres CB, está pasando dificultades y los últimos resultados negativos auguran un final de infarto en la máxima división del baloncesto español.

Manolo está pasando una mala temporada. Ve cómo su club está perdiendo muchos partidos y que la situación está complicada para seguir entre los mejores. Pero él sigue esperanzado. Ni siquiera acepta aquello de que "tenemos lo que merecemos". El se rebela y dice que "yo no me merezco quedarme sin baloncesto". Ambicioso, quiere que el Cáceres siga otros once años en la élite. "Sí, sí, ya sé que llevamos más tiempo del que podíamos pensar arriba, pero yo quiero más", insiste. Manolo, con gesto cabreado, afirma que quiere seguir tocando su bombo, animando a su equipo, con su María. Ambos sufren y disfrutan con el baloncesto cacereño. Ultimamente se desplazan, incluso, a los partidos del Don Frío, líder de la Liga Femenina 2 y con opciones de ascender a la máxima división del basket femenino.

Aunque pocos tan temperamentales, el Cáceres tiene a 3.000 Manolos en cada partido. A cada uno de ellos les esperan tardes de sufrimiento y emoción durante los meses de abril y mayo. Justamente en un mes, se cumplen once años del ascenso a la Liga ACB. Son muchos, insiste Manolo, pero todos queremos más. No sólo él.