Casi sin quererlo, ni buscarlo, volví a enamorarme. No lo confundí con un amor de verano, aunque estamos en agosto. Sé que es amor verdadero. Y puro. Un viejo amor, que regresa siempre a mi puerta y que solo tengo la oportunidad de ver una vez a la semana. ¡Y este domingo tenemos una nueva cita!

No se confundan, tras algunos desengaños amorosos he entendido que solo se puede amar a las cosas. Y este es un amor que te atrapa, te engancha cual droga dura y te lleva a los cielos los domingos. Toxicómanos de barro, panceta y cerveza. Pongamos que hablo del fútbol regional, que diría Sabina.

Vuelve nuestra Tercera División, la mejor noticia desde que por enésima vez anunciaron el regreso del Grand Prix. Y es que ambas cosas me producen la misma ilusión. Cada vez más gente presume del equipo de su pueblo y dejan abandonadas en los armarios las zamarras de los equipos ‘mainstream’. Odio al fútbol moderno. Y oda al de barro.

No va a ser nada extraño ver a niños portar con orgullo la camiseta de su Cacereño con el 7 a la espalda y el nombre de Teto. O escuchar conversaciones sobre el ‘marrerismo ilustrado’, la libreta de Juampe Sánchez o el estilo innegociable y ‘cruyffiano’ del Calamonte. Y es que a la Tercera división la quiero tanto como Pajuelo a su Villanovense.

Me da la vida los domingos, después de perderla cada sábado ahogando ciertas penas en bebidas poco energéticas. Y este año, al igual que el anterior, estoy ilusionado con esta categoría. ¿Quién será el jugador revelación? ¿Qué equipo dará la sorpresa? Demasiadas incógnitas que este domingo empezarán a resolverse.

Y es que Aceuchal y Arroyo han confeccionado plantillas más saladas que el mar que le falta a Extremadura. Trujillo, Fuente de Cantos y Miajadas también se apuntan a esta fiesta. El Moralo estará de dulce con Pastelero.

Coria y Azuaga, estáis lejos pero os siento realmente cerca. Nuestra tercera, que la tengo como primera, mola y mucho.

No tenemos estadios tan históricos como El Sardinero, pero tenemos un Racing…Valverdeño. Y el Llerenense tiene a ‘cañoncito’ Cebada, por el cual merece pagar una entrada. Jerez tiene un encanto especial, el Diocesano mucha escuela, Plasencia dos catedrales y un equipo en ciernes, el

Montijo la mejor equipación y Valdivia una gran afición.

Y una vez hechas las presentaciones, me voy a ir preparando para la cita del próximo domingo. Tendré que buscar mi bufanda, mi esquina de siempre, mis perennes compañeros de grada y enamorarme de nuevo. 20 pretendientes, cuatro triunfadores, tres condenados, millares de gargantas y un solo sentimiento: amor de barro.