Se inicia el año deportivo y, en Extremadura, las perspectivas no son demasiado buenas, al menos si miramos a los grandes --que son cada vez más pequeños-- clubs. Afortunadamente, parece que en el Badajoz la crisis ha hecho un alto y los jugadores han decidido dejar su encierro, no sin polémica de por medio, ya que está claro que el divorcio entre plantilla y propietarios es más que evidente. En el Extremadura ocurre algo parecido, aunque de momento las medidas de presión no han aparecido. Y esto pasa en los dos que mejor clasificación tenían... y en la Segunda B. El resto tiene su mérito, con Don Benito, Jerez y Díter manteniendo el tipo con muchísima dignidad. Indigna es, a mi modo de ver, la situación del Cacereño, un club a la deriva en el que el presidente ha acallado a los pocos críticos --el resto se mantiene indiferente-- en una asamblea testimonial. Y es que el fútbol ya es otra cosa, muy distinta a la de anteriores épocas, sentimentalmente más bonitas.