Su padre es Policía Municipal en Badajoz. El estudia con la meta de aprobar una oposición para ejercer el mismo oficio, "que también me gusta", dice el protagonista, en el caso de que no consiga ver cumplido su sueño, su futbolístico sueño. Pero muchos ven en Antonio Perera Calderón (Novelda del Guadiana, 8 de junio de 1997) a una futura estrella.

El capitán del Diocesano asume el liderazgo del equipo cacereño de División de Honor juvenil con una naturalidad extraordinaria, casi contagiosa. Le encanta 'dirigir el tráfico' del equipo, cual policía al uso, como su progenitor, oteando el horizonte del terreno de juego y no pasándosele nada de lo sustancial que ocurre. Y lo hace con jerarquía. "Es muy completo. Tiene colocación, tranquilidad, y lo mismo es defensivo que ofensivo", analiza su entrenador, Adolfo Senso, sobre su espigada figura.

En el 'Dioce' saben que es un futbolista diferente, un medio centro de enorme poderío físico, alto (mide 1,86) y con llegada. "Sí. Llevo cinco goles, todos en la primera vuelta. A ver si me estreno ya en la segunda", sugiere, una vez que ha reaparecido tras una lesión que le ha hecho perderse el último mes de competición.

"De chico", jugó en el Gévora, a cinco kilómetros de su localidad natal, "y casi siempre me llevaba mi madre. En mi pueblo no había equipo de fútbol". Después, el destino, y sobre todo su inmensa calidad, le condujo al Flecha Negra, con el que fue campeón de Extremadura y el Puebla, precisamente los dos clubs que comparten con el Diocesano el privilegio de militar en la élite, y en el caso del cacereño por quinto año consecutivo, con el sexto ya prácticamente asegurado.

"Los dos han querido ficharme, sí", confirma el centrocampista. Ha ocurrido el pasado verano, pero él ha preferido quedarse en el lugar y en el club en el que se siente feliz. "Estoy muy bien en Cáceres, en el Dioce", sale al paso, como tantas veces al corte ante el impulso rival.

Lunes y martes se queda en su pueblo. Tiene que ir a clase a Badajoz, "y entreno miércoles, jueves y viernes", subraya. En Cáceres vive con dos de los futbolistas destacados de su equipo, Juan Carlos Montaño y David López. "El viernes nos juntamos siete en el piso", dice. En efecto: el adosado de Montesol acoge a los jóvenes jugadores rojillos que se quedan el fin de semana después de vivir en el CEI a lo largo de los días anteriores.

Manda fuera

Ahí, como en el campo, también manda él. "Aquí tenemos que hacer de todo, claro". Y ese hacer de todo significa, por ejemplo, la limpieza, "aunque algunas veces tienen que venir los padres", informa en tono desenfadado. El club le ha asignado a él la 'capitanía' de la casa. Cosas del rango. Por algo será.

¿El futuro? "A ver qué pasa; no sé nada". Su destino puede ser un filial de un club de Primera. Su sueño, evidentemente, sería ir al Madrid. Su referente, no lo duda: Xabi Alonso, ahora en el Bayern. "No lo conocí. Era muy niño", dice cuando se le pone sobre la mesa el nombre de Fernando Redondo, futbolista que, como él, usaba la izquierda y los codos como pocos.

Un defecto: zurdo natural, apenas utiliza la derecha, "pero en los entrenamientos trabajamos en ello", dice su técnico. El reconoce que, efectivamente, tiene que progresar.

Sea como fuere, conviene apuntarse el nombre de este 'stopper' con el plus de con vocación llegadora como uno de los futbolistas extremeños más importantes. Para los más desconfiados, la prueba, el próximo sábado (16.00 horas, campos Manuel Sánchez Delgado) en el Diocesano-Alcalá.