España: Barrufet; Rocas (4), Belaustegui (1), Juancho Pérez (-), Romero (3, 2p), Entrerríos (2) y Juanín García (6) -equipo inicial- Hombrados (ps), Uríos (4), Garabaya (-), Fis

(-), Davis (-), Ortega (2) y Chema Rodríguez (1).

Francia: Omeyer; Abalo (1), Abati (6, 1p), Karabatic (11), Fernández (2), Gigou (1) y Bertrand Gille (2) -equipo inicial- Ploquin (ps), Dinart (-), Guillaume Gille (2), Narcisse (4), Girault (-), Kempe (2) y Bosquet (-).

Arbitros: Vakula y Ljudovik (Ucrania).

Marcador cada cinco minutos: 4-2, 5-6, 8-8, 11-11, 12-14, 13-17 (Descanso) 16-19, 20-23, 20-25, 20-27, 21-29 y 23-31 (Final).

Incidencias: Final del Europeo de balonmano. 11.500 personas en el Hellestadion de Zúrich. El Duque de Palma, Iñaki Urdangarín, estuvo en el palco.

La selección española tuvo que conformarse con la medalla de plata, como le ocurrió en las otras dos ocasiones en las que disputó una final continental, tras perder por 23-31 ante Francia, en un encuentro en el que el equipo nacional fue incapaz de superar el continuo apagón que vivieron sus estrellas Iker Romero, Uríos y Entrerríos.

Y eso que el arranque de partido no pudo ser más esperanzador ya que tal y como ocurriera en la primera fase del torneo, en la que España se impuso por 29-26 al conjunto francés, a los galos se les volvió a atragantar la defensa 6-0 con la que inició el encuentro el equipo español. Lo que unido a la fluidez del ataque español, que logró dos de sus tres primeros goles en ataque estático por medio de los extremos Juanín García y Albert Rocas, permitió a los de Juan Carlos Pastor iniciar el choque con ventaja (4-1).

Pero como ya había advertido en la jornada previa el seleccionador español, el mayor peligro del conjunto galo llega cuando puede imprimir velocidad a su juego, bien por aciertos defensivos o, como ocurrió ayer, por deméritos del equipo rival en el ataque.

SIN BRILLANTEZSi las primeras ofensivas del equipo nacional habían funcionado con la precisión de un reloj, los siguientes ataques españoles se enmarañaron en el 5-1 galo, lo que unido a una exclusión del pivote Juancho Pérez, permitió a Francia dar la vuelta al marcador (5-7).

Una desventaja que pudo haber sido todavía mayor de no ser por las acertadas intervenciones del portero David Barrufet, que detuvo hasta dos contragolpes del equipo francés.

Con Barrufet funcionando al ciento por ciento, y los extremos a pleno rendimiento, al conjunto español tan sólo le faltaba la presencia del central Iker Romero, máximo goleador en el torneo del equipo español, que no marcó su primer tanto hasta los dieciséis minutos de juego.

Un problema al que se le unió otro más grave, la lesión de Barrufet, que tuvo que dejar su puesto a José Javier Hombrados a los quince minutos por problemas en un gemelo.

Aunque, y como no se cansa de repetir una y otra vez el técnico español, si algo tiene esta selección es su competitividad y su ambición, el carácter para no perder nunca la cara a los encuentros por muy difíciles que se pongan. Así, un par de nuevos goles de Juanín García y otros dos del pivote Rolando Uríos permitieron seguir a España enganchada al marcador (12-12).

Pero es muy difícil seguir el ritmo al conjunto francés sin el concurso de dos piezas claves como Iker Romero, que concluyó el primer tiempo con tan sólo dos goles, uno de ellos de penalti, y Alberto Entrerríos que anotó un único gol.

Circunstancia que no desaprovechó Francia, doble campeón mundial, para marcharse al descanso con una cómoda ventaja de cuatro goles (13-17).

Esa fue una renta que, pese a que España dispuso de una superioridad en los primeros minutos de la reanudación, no pudo llegar a recortar. España necesitaba con urgencia un revulsivo, pero la entrada del cañonero Julio Fis tampoco sirvió para reactivar el juego español, que tan sólo encontró en Juanín García un motivo para la esperanza.

Francia, liderada por un espectacular Karabatic, fue aumentando gol a gol su ventaja hasta llegar a una máxima renta de siete goles (27-20) a falta de diez minutos para la conclusión, que prácticamente sentenciaba el título a favor del conjunto galo.

Diez minutos que tan sólo sirvieron para el lucimiento personal de la figuras francesas, ante un cada vez más abatido equipo, que tan sólo pudo ser un invitado en la fiesta francesa por su primer título continental.