Increíble pero cierto. Verlo para creerlo. Ayer la pista central del All England Tennis Club de Londres vivió un partido para la historia. No solo eso. Posiblemente el mejor partido de tenis que nunca se haya podido ver en los 122 años del torneo. Magnífico. Inolvidable. Un espectáculo para no olvidar jamás. Una final de dos grandes campeones. Los mejores del momento. Dos tenistas que se dejaron la piel sobre la hierba. Un partido que cualquiera de los dos pudo ganar.

Pero finalmente, después de 4 horas 48 minutos --la final más larga de la historia--, después de dos interrupciones por la lluvia que alargaron el partido hasta las 21.15 de la noche (una hora más en España), Rafael Nadal se impuso a Roger Federer por 6-4, 6-4, 6-7 (5-7), 6-7 (8-10) y 9-7.

Después de 413 puntos, 56 juegos y 5 sets, se lo jugaron a una carta mientras la noche caía sobre Wimbledon y la suspensión del partido parecía inminente. Pero tanto Federer como Nadal habían llegado hasta allí para aguantar lo que hiciera falta. Ninguno estaba dipuesto a dar su brazo a torcer en esa final. Nadal porque quería ganar su primer Wimbledon. Federer porque aspiraba a conquistar el sexto consecutivo y su 13º Grand Slam. En juego estaban demasiadas cosas. Nadal había tenido una primera oportunidad cuando dominaba los dos primeros sets y había desperdiciado un 0-40 con 3-3 en el tercer set.

Pero Federer no estaba dispuesto a entregar su reinado tan fácilmente. El tenista suizo aguantó sin saber cómo. En esos momentos sacó cinco golpes mágicos para salvar el primer KO y acabar ganando los dos siguientes sets en el tie break hasta forzar sus últimos cartuchos en un agónico quinto set que no se decidió hasta el cuarto match ball cuando Federer estrelló un revés en la red.

Nadal se dejó caer de espaldas sobre el césped. Recordará esos segundos estirado en la central de Wimbledon para el resto de su vida. Y con él su tío Toni, el hombre que le mantuvo en pie desde el palco, animándole en los momentos de flaqueza durante todo el día como ha hecho desde que comenzó a entrenarle cuando apenas tenía tres años.

Cuantas veces le ha dicho que hay que conjugar el verbo aguantarse. "Va, Rafa", le gritaba una y otra vez a su sobrino en los momentos claves. Y Nadal aguantaba, sufría y luchaba para que no se le escapara otra vez la victoria más soñada. Para poder llorar emocionado con su madre Ana María y su padre Sebastià, a los que corrió a abrazar saltando por las gradas. Para poder subirse al techo de la cabina en la que John McEnroe retransmitía el partido para la BBC y saludar al Príncipe Felipe y Doña Leticia, presentes en el palco de autoridades. Mientras al otro lado de la pista, todo el clan Nadal, al completo, incluidos los abuelos, se abrazaban felices y emocionados por su victoria.

Nadal ya lo tiene. Wimbledon es suyo. El trofeo por el que estaba dispuesto a no ganar ninguno más si lo conseguía una sola vez vez, está en sus manos. Se lo entregó el duque deKent mientras cientos de flashes se disparaban en la penumbra de la pista central. Nadal se abrazaba a esa copa como un niño pequeño abrazaría a su peluche preferido. No podía contener su emoción. Federer fue el primero en felicitarle públicamente, sosteniendo ese plato que Wimbledon concede al segundo. "Lo he intentado todo. Rafa se merece este título. Hoy he tenido el peor rival en la mejor pista. Pese a todo ha sido una alegría jugar contra él", dijo el aún número uno del mundo. Nadal no tenía palabras. "Es imposible explicar este momento", le dijo a la presentadora y extenista británica Sue Barker. "Es un sueño que no imaginaba lograr nunca y menos ante el vencedor de las cinco últimas ediciones y número uno mundial . Federer ha jugado increíble y cualquiera pudo ganar", dijo.

Acababa de encadenar un doblete histórico que desde la era Open (1968) solo habían logrado el australiano Rod Laver y el sueco Bjorn Borg, ayer presente en las gradas y que debió recordar la final que él mismo protagonizó en 1980, con una victoria por 8-6 en el quinto set ante McEnroe. Fue su última victoria en Wimbledon. Al año siguiente el tenista estadounidense le rompió la racha de cinco títulos seguidos como ayer Nadal hizo con Federer.

Nadal entró en el jardín de Federer para llevarse esa Challenge Cup, cortarle una racha de 65 victorias seguidas sobre hierba y 41 en Wimbledon. Un récord que compartirá con Borg. Un detalle de Nadal para ambos. Nadal recuperó 28 años después la conexión entre París y Londres, la vía más dificil entre la tierra y la hierba para apuntar una victoria que estará en el libro de oro del deporte español.