Perfecto. El hombre perfecto, el deportista perfecto, el árbitro perfecto, el escaparate perfecto. Pierluigi Collina es pluscuamperfecto. O eso dicen todos de él. Políticos, dirigentes, entrenadores (bueno, entrenadores no, pues Serse Cosmi, del Perugia, critica que Collina sea "como esas top-model que no se contentan con ser guapas sino que nos lo están echando a la cara todos los días"), jugadores, críticos y aficionados consideran que no hay nadie mejor que este providencial calvo.

Collina acaba de añadir dos preciados premios a su ya repleta vitrina. El mismo día en que la Federación Internacional de Historia y Estadística del Fútbol le designaba por quinta vez consecutiva el mejor árbitro del mundo muy, muy por delante del suizo Urs Meier (nada menos que 222 votos contra 72), Carlo Azeglio Ciampi, presidente de la República Italiana, le nombró comendador de la Orden al Mérito de la República.

ARBITRO POR CASUALIDAD

Rozando los 43 años (los cumple el 13 de febrero), Collina ha visto cumplidos todos sus sueños. Nacido en Bolonia, de padre funcionario y madre maestra, Collina se hizo árbitro por casualidad, al acompañar a su mejor amigo, hijo de un ilustre general, al ingreso en la escuela de arbitraje. Su amigo no aprobó y él, que hizo el examen sólo para no quedarse fuera de la clase, se apuntó al cursillo.

Y hasta aquí: árbitro de la Serie A italiana, internacional de enorme prestigio (ha dirigido más de 200 encuentros en todo el mundo), juez de la final de los Juegos Olímpicos de Atlanta-96, de los Mundiales de Francia-98 y de Corea del Sur-Japón del 2002 (pitó la final Brasil-Alemania), colegiado de los Europeos de Bélgica y Holanda y fijo en las dos últimas finales de la Champions.

"Soy un árbitro, no una estrella del arbitraje". Collina es la viva muestra de que un árbitro puede ser querido, respetado, admirado, elogiado, duro y colega a la vez, severo y conciliador a partes iguales, serio y bromista al 50%, autoritario y benévolo a la vez. Con Collina se rompen todos los tópicos que rodean a los colegiados, aquellos a los que se aferran aquellos que dicen que se trata de un tarea difícil.

Collina contenta a todos porque es el primer gran profesional de este trabajo, incluso desempeñando su función de asesor financiero tras concluir Económicas con buenas notas. Desde sus 1,88 metros, Collina lo domina todo.

"El buen árbitro ha de ser humano", dice Collina. "Ha de estar en perfectas condiciones y con responsabilidad de abstraerse. Nunca he disfrutado de un partido de fútbol, del espectáculo, del juego, mientras soy quien lo dirige". Genio y figura.