Angel Terrones García (Cáceres, 1 de marzo de 1925) era enterrado el pasado lunes en su ciudad natal en medio de una masiva muestra de duelo, respeto y cariño. El fútbol extremeño guardaba un respetuoso minuto de silencio el pasado domingo cuando se conocía la noticia de la muerte de este personaje absolutamente entregado el mundo arbitral. En el año 1950 dirigió su primer partido y, tras militar en categorías regionales, dio el salto a la Tercera División poco tiempo después. Orgulloso contaba sus comparecencias en campos de Primera División como asistente del inolvidable Pablo Augusto Sánchez Ibáñez. Fue 34 años delegado del colegio, ahora comité, en Cáceres y diez vicepresidente del mismo.

Juan Santos Martín, su sucesor en el colectivo cacereño, lo define como "una persona que vivía por y para el arbitraje. Un hombre al que le faltaban horas para dedicarse a los árbitros. Si un chaval no tenía coche para ir a pitar, allí estaba él. Su mayor alegría era el ascenso de su árbitro. Su mayor tristeza, cualquier descenso". Recibió la medalla de oro de la federación por su medio siglo de dedicación y dejó una huella imborrable en todo el colectivo. Fernando Carmona, árbitro de Primera División, recuerda sus vivencias junto a Terrones cuando, por motivos de estudios, el pacense se trasladó a Cáceres y perteneció a aquella delegación. "Recuerdo a Terrones como una figura paternal, entrañable. Era como un padre, como un abuelo para nosotros. El alma mater de la delegación y un hombre que vivía para el arbitraje", recuerda Fernando.