Ocurrió hace unas semanas en un centro educativo cacereño. El árbitro de fútbol Andrés Ceballos Silva se encontraba trabajando en lo que realmente es su ocupación como profesional. De repente, uno de los jóvenes estudiantes le soltó algo así como: "árbitro, cabrón". Ceballos, que como abnegado colegiado está acostumbrado a los improperios en los campos de fútbol, se sintió especialmente dolido porque, según él mismo explica, "no estoy dispuesto a aguantar que hasta en mi trabajo me insulten". Andrés, aparte de un excelente árbitro que este año se ha quedado a un solo paso de ascender a Primera, es un tipo muy moderado, pero el suceso le ha soliviantado al punto de sentirse indignado. Sí, es una cuestión de educación, de escala de valores, si se quiere de un tremendo fallo del sistema. Al colegiado no le importa que lo sucedido salga a la luz, que todo el mundo conozca cómo la violencia --esta vez la verbal, que es quizá peor que la física-- se ha instalado entre nosotros. Andrés, tienes razón. Sois, sobre todo, personas.