ARGENTINA - 3: Romero; Otamendi, Demichelis, Burdisso, Heinze; Maxi (Pastore, m.87), Mascherano, Di María (Jonás Gutiérrez, m.79); Carlos Tévez (Verón, m.69), Leo Messi, Gonzalo Higuaín.

MÉXICO - 1: Oscar Pérez; Efraín Juárez, Ricardo Osorio, Francisco Rodríguez, Carlos Salcido; Giovani dos Santos, Torrado, Rafa Márquez, Guardado (Guille Franco, m.61); Adolfo Bautista (Pablo Barrera, m.46); Javier Hernández.

GOLES: 1-0, m.26: Tévez; 2-0, m.33: Higuain; 3-0, m.52: Tévez; 3-1, m.71: Hernández.

ARBITRO: Roberto Rosetti (ITA), amonestó al mexicano Márquez.

México lo hizo todo. Casi todo. No contó con el árbitro. México jugó de maravilla en 20 minutos que angustiaron a Argentina de tal manera que hasta Maradona tuvo que convocar una asamblea en el banquillo con un par de ayudantes suyos para debatir qué demonios estaba pasando. Era algo muy sencillo. La selección azteca, atrevida, valiente y, sobre todo, rápida, le quitó la pelota a Argentina, algo que no está al alcance de muchos equipos. La tuvo con la soga al cuello, al borde del precipicio, pero entre el árbitro, ese error de Rosetti en el gol de Tévez que condicionó el partido, y el fallo absurdo de Osorio, que le dio una asistencia a Higuaín en el segundo, provocaron la autodestrucción de los dignos mexicanos.

Nunca antes, en este Mundial, se había visto tan mal a la Argentina de Maradona. Parecía un equipillo , partido por la mitad, sin equilibrio alguno, donde solo Messi intentaba ser quien debía ser. A pesar de que tenía que jugar tan lejos del área que cada vez que cogía el balón debía superar a un ejército de mexicanos. Y no podía. Argentina era lo poco que le daba, como siempre, Messi. Pero con eso no le bastaba porque el grupo de Aguirre, con un planteamiento inteligente, aprovechó la picardía de Chicharito Hernández y el disparo de Salcido para sembrar el miedo en la zaga albiceleste.

PISOTON DE MARQUEZ Pasaban los minutos y ni rastro alguno de Argentina. Maradona hablaba sin parar con sus ayudantes, angustiado porque su equipo no chutaba. Hasta que llegó un robo de balón de Messi al borde del área mexicana, un pase en profundidad para Tévez, que chocó con Pérez, un orondo portero, y la pelota salió rebotada a los pies del delantero azulgrana. No chutó, simplemente centró para que Tévez rematara a placer. Nunca mejor dicho. No había nadie de México porque el jugador del Manchester City estaba donde no permite el reglamento. A partir de aquí, todo fue coser y cantar. Los mexicanos se hundieron.

Poco más de media hora de partido, un juego excelente, pero sin contundencia del equipo de Aguirre, y perdía por 1-0. En Messi, que lo habían maltratado con varias patadas, quedó retratado el infortunio azteca cuando Márquez le pisó vilmente sin reparar en que era su amigo. Ejerció el Kaiser de Michuacán de sicario, llevado por la ira que le provocó tan descomunal injusticia arbitral sufrida.

Entre Rosetti y Osorio, ese tipo calmado el defensa del Stuttgart, que se convenció de que no fallaría nunca, le llevaron a la perdición. Falló de una manera tan infantil que ese error le perseguirá por los siglos de los siglos. Aunque México no está donde está, en la calle, por culpa de Osorio sino porque el destino, y los árbitros, y también un maravilloso Tévez --¡qué obús su tercer gol!--, así lo quisieron. Allí donde no le llegó el fútbol a Argentina, le llegaron otras cosas, tal vez como una señal del destino de la ruta hacia el título.

ZURDAZO DEL ´CHICHARITO´ Toca agradecer a México que no se rindiera nunca, como demostró con el imponente zurdazo de Chicharito Hernández, ese jugador fichado por el Manchester United que ridiculizó a Demichelis. Era un gol para rebelarse, pero llegó muy tarde porque a Argentina le habían hecho todo el trabajo.

Y eso que Messi fue de más a menos, conectado al inicio, sin esconderse, pero jugando cada vez más lejos del área hasta los últimos minutos, cuando lanzó un trallazo que el Conejo Pérez envió a córner. Maradona miró al cielo y lamentó que el tanto de Messi tampoco llegara anoche en la fría y ventosa noche surafricana.