No vive para sobresaltos. Unos días la ofensiva le llega de la mano de Jan Ullrich, como el viernes en la contrarreloj, o el sábado en el primer asalto en los Pirineos. Y otros, como ayer, por obra y gracia de Alexandre Vinokurov, el corredor kazajo del Telekom, que ya empieza a ser un candidato serio y en toda regla para privarle a Lance Armstrong de ganar su quinto Tour consecutivo.

El ciclista tejano no se rinde, ni lo hará hasta París. Ullrich se mantiene a 15 segundos del estadounidense y Vinokurov, a 18.

Como si estuvieran en un pañuelo, con la veda abierta contra Armstrong, con Haimar Zubeldia, vigilante y esperando su oportunidad, sin gregarios, con sus equipos disgregados y mirándose los unos a los otros de reojo. Así de complicado y emocionante está el Tour del centenario. Cada día hay noticias, ataques, etapas vibrantes... El aburrimiento no existe y sí las dudas.

Las planificaciones ni valen, ni cuentan. En cualquier instante la bofetada puede llegar a la mejilla de Armstrong. Ayer, cuando se levantó, el tejano se sintió mucho mejor. Estaba más parlanchín que en otras ocasiones.

MEJOR

Casi podría decirse que se sentía pletórico. Se pesó y comprobó que ya empezaba a recuperar los cinco kilos perdidos por deshidratación en la contrarreloj del pasado viernes. "La noche de la contrarreloj pesó 67 kilos. Y se asustó", explicó Chechu Rubiera. Su peso ideal es de 72.

Sólo pasó a la acción en el descenso. Pudo ser una prueba de inteligencia o una forma de camuflar sus carencias y su irregular estado de forma. Armstrong salvó la primera plaza de la general en el descenso del Peyresourde. Allí, sin miedo, arriesgó lo justo. Al cruzar la meta le tendió la mano a Ullrich. Al menos agradeció el favor. No estuvo fino, pero fue más listo que el alemán. Y Simoni también estuvo bien: le robó la cartera a Dufeaux y Virenque.