Me lo comentó José Miguel Echávarri y me quedé helado, aturdido. Aún, varias horas después, no me puedo creer que Vinokurov haya dado positivo. Nos ha arruinado a todos la jornada de descanso. Esto es horroroso. Da la sensación de que no salimos de una y nos metemos en otra. Cuando te enteras de un caso como este, dan ganas de dejar la bicicleta.

Hemos de hablar en serio. Muy en serio. Casos como el que se acaba de producir con Vinokurov solo nos conducen a la caída libre. Así es normal, absolutamente normal, que nos empujen hacia el precipicio. ¿Con qué ganas salgo yo mañana en la etapa? ¿Con qué ánimo afronto yo mi intención de intentar atacar en Larrau? Ha sido muy feo. Se me han ido las ganas de ejecutar cualquier ataque.

Sé que mañana será el tema de conversación en los primeros kilómetros, si son tranquilos. Pero el problema es que el pelotón no está unido.

Yo ya he vivido en persona el caso de Landis. Por eso estoy muy triste. Y hoy más que nunca tengo unas ganas enormes de conectar con la vídeo llamada a mi casa y ver la cara de mi hijo Juan. Le contemplo todos los días. Intento buscar un instante, el que sea, para escuchar su risa.

Ahora le estoy añorando. El domingo no vendrá a París. Ya son muchos días fuera de casa. Y con esto te entran ganas de volver y dejarlo, aunque debo pensar en mi equipo, que es ajeno a esta situación. Y en el público que habrá mañana en la carretera.