El brasileño no fue el único perjudicado por incidentes externos a la carrera. Muchos sufrieron la incompetencia de los organizadores, a veces de forma dramática. El viaje hasta la salida no se hizo por la llanura de Marathon sino a través de un puerto de montaña. Varios atletas, entre los que se encontraban los tres españoles, acabaron mareados por las curvas del trayecto.

Pero ahí no acabaron las desgracias para los atletas hispanos. Ya en carrera, en el avituallamiento del kilómetro 20, Julio Rey se llevó una desagradable sorpresa. Su bebida, expuesta al sol, estaba excesivamente caliente. El líquido le provocó minutos después una diarrea incontenible. El toledano tuvo que pararse a defecar y ya no pudo contactar con el grupo de cabeza. Lo intentó, infructuosamente, pero luego se limitó a acabar la carrera, en el puesto 58 (2.24.54 horas).

BIDONES VACIOS La mala suerte no acabó ahí. Toni Peña recogió su botella de avituallamiento en el kilómetro 30, pero estaba vacía. Durante el transporte, alguno botes se volcaron y perdieron su contenido. Aun así, Peña fue el mejor español, decimoctavo (2.16.38 horas). José Ríos acabó en la vigesimoséptima posición (2.18.40 horas).

Sin duda, el gran perdedor fue Paul Tergat. Aunque suene extraño, Kenya nunca ha ganado un maratón olímpico. Douglas Wakihuri tiene el mejor resultado, una plata en Seúl-88. Y Tergat tampoco ha sido capaz de ganar un título olímpico en su dilatada carrera. Ayer era su última oportunidad. El hijo, nieto y bisnieto de pastores nandis pretendía emular el triunfo de Spyridon Louis, un pastor griego que logró entrar en primera posición, en 1896, en el estadio Panatinaico, en los primeros Juegos de la era moderna. No pudo seguir el ritmo y acabó décimo.