El pasado sábado, la plaza Mayor de Cáceres acogió un torneo de baloncesto 3x3 en el que no faltó de nada. La presencia de Fernando Romay fue, en realidad, una anécdota, quizá lo menos importante de una bonita jornada.

El basket callejero es la quintaesencia del baloncesto. El espectáculo al que nos conduce este maravilloso deporte alcanza su máxima expresión en eventos como el que se desarrolló en Cáceres y que ah tenido sus antecedentes en diferentes localidades extremeñas durante todo el verano.

Es realmente divertido contemplar cómo niños y mayores ---allí había alguna vieja gloria del deporte local, aún con camiseta de tirantes en ristre-- intentan ganar al contrario tirando de talento, fajándose bajo aros y peleando un rebote como si les fuera en ello la vida.

El deporte tiene, en efecto, que bajarse a la calle, universalizarse, que no todo se quede en resultadismo, nervios y presión del profesional. Ahora que en la escuela está también ganando el concepto mismo --ya era hora-- celebremos que podemos dar rienda suelta a la competitividad bien entendida. Yo, desde luego, así lo advertí durante toda la mañana del sábado.

Hay algo importante que quería resaltar: por supuesto que el marco ayuda. Y en este caso, la plaza Mayor cacereña, que ha dado un giro para bien desde su última remodelación, es un maravilloso enclave para disfrutar del deporte. Lástima que se cerrara de un plumazo la posibilidad de la continuidad del World Padel Tour. Pero aquello fue otra historia, mucho más fea, desde luego. Se perdió entonces una pintiparada oportunidad de haber promovido un espacio único a través del deporte, como ocurriera en aquella única edición. Y advierto, por si acaso se produce algún malentendido, que el pádel no es precisamente un deporte que me entusiasme.