Existe gente que la enchufa desde casi siete metros, hay quien la mete acariciando sutilmente el aro, hay quien lo roza y le susurra que algún día se colgará de él, críos que alzan la vista y le desafían con sujeto y predicado; "yo te voy a machacar algún día de estos", alevines a la espera de recibir su genética, alguna fiebre, y quién sabe, algún estirón de última hora.

Existe gente empeñada en clavarla desde una silla de ruedas, en superar la membrana que divide el miedo y la valentía y sujetarse fuerte a sus dos ruedas y volar alto, mirar desde arriba, desde el poder que otorga la imaginación, y decidir seguir luchando a base de inflar llantas de ilusión.

Existe un grupo de chicas, nutrido grupo de tipas luchadoras, de mujeres con ojos de Antígona y sueños de Telémaco, jugadoras a la búsqueda de una Itaca con esencia de victoria.

Existe gente que tiene el don de emitir notas musicales por la boca, bemoles con filigranas tácticas, 'coach', 'mister', 'trainer' que se desgañitan cuando el arte de la oratoria se desvanece, entrenadores y árbitros que bailan muy juntitos desde el área de sus banquillos, parejas en un continuo desamor que danzan a ritmo de de silbatos que sollozan un dos más uno.

Existen fotos en blanco y negro, de ascensos, descensos, rostros de jugadores rotos por la alegría y la desolación, existen patios de recreo con líneas reglamentarias pintadas a tiza, canastas sin aros, aros sin redes, existen campeonatos del mundo sin línea de tres, con uno más uno desde la marca de tiros libros, con material de leyendas para revestir el balón de juego, con público enchaquetado en las tenues gradas como si de una boda deportiva se tratase, existen fotos en color con jugadores desafiando la gravedad, con escenas donde el equipo lo es todo y el eco de los triunfos aún resuenan.

Existe un reducido número de periodistas, cada vez más jibarizado por eso de los eres, recortes, fintas y tapones en los medios de comunicación que únicamente pueden parafrasear ruedas de prensa enlatadas y la mala apnea económica no permite bucear en las entrañas de un equipo, para transmitir el olor de la pelota, el tintineo chirriante de las zapatillas contra el parquet, para recuperar la esencia periodística de los que, como dice Jacobo Rivero, se pateaban las canchas allá por los 70 y 80, y rescataban las intrahistorias de trotamundos y mercenarios de este deporte.

Existen personas, fieles, que cada fin de semana visten al santo, feligreses que peregrinan al pabellón, con bufandas milagrosas y una fe atroz a los clubes de sus amores, clubes con escuerzos presupuestarios y milagros de cantera, clubes que se muerden las uñas en cada partido, en cada bote de balón, gente del baloncesto, que aquí en Extremadura, en esta región, respalda una federación construida a base de ladrillos de sacrificio y triples de confianza, una comunidad que se deja patrocinar por remilgos empresariales y pases sin mirar de instituciones ajenas a esto que mucha gente llama BALONCESTO.