Periodista

El rito es una ceremonia mediante la cual esperamos provocar efectos benéficos y prácticos. Además, es fundamental para la organización de cualquier sociedad e incluso marca la pertenencia o exclusión de una persona a esa sociedad.

En Cáceres, además de las hogueras de san Jorge, la bajada de la Virgen o las procesiones de Semana Santa, en los últimos años han aparecido nuevos ritos consustanciales con la ciudad como el Womad, las casetas de la feria de mayo o el baloncesto.

El ascenso del Cáceres CB a la máxima categoría fue conseguido con el esfuerzo abnegado no sólo de los jugadores, sino también de una afición que se pasó la primavera del 92 haciendo colas y sudando la gota gorda en un minúsculo pabellón. Tras el ascenso, el baloncesto se convirtió en un rito con su protocolo.

ATASCOS, VIENTO Y LLUVIA

Así, los partidos se jugaban siempre los sábados por la tarde. Para llegar al pabellón V Centenario había que coger el coche, aguantar atascos, buscar aparcamiento en un descampado batido por el sol, el viento o la lluvia. Se hacía cola hasta que se abrían las puertas. Si no se llevaba entrada, te quedabas sin asiento y en el pabellón, el frío se colaba por doquier, el calor sofocaba y la incomodidad era manifiesta.

El aficionado asociaba baloncesto con sacrificio, al igual que se asocia misa con penitencia. Sin embargo, el aficionado, como el creyente, era feliz porque a cambio de cierto esfuerzo, conseguía consuelo y satisfacción.

Es más, cuando se acababa el partido, eran legión quienes se quedaban en los bares del pabellón haciendo negocio, entablando amistad y proclamando su pertenencia al grupo social, al igual que los cristianos permanecen en el atrio de la iglesia un rato tras finalizar el sacrificio.

En aquellos tiempos, cuando había baloncesto, los socios contaban que ese día se afeitaban de otra manera, encaraban la existencia con mejor ánimo y, en una palabra, se sentían felices gracias a su rito quincenal. Sin embargo, se inauguró un nuevo pabellón, llegó la comodidad y la ruptura de algunos elementos ceremoniales del rito acabaron por desencantar a una parte de la afición.

Los resultados deportivos eran similares, pero ya no había que ir en coche, ni hacer cola, ni sortear atascos, ni sentarse incómodamente... Y muchos practicantes del rito desertaron. Hasta el punto de que si en 1993 ser socio del Cáceres era un signo de estima social y un certificado de pertenencia al grupo (recuérdese que se recurría al enchufe de más alto nivel para conseguir un buen asiento), ocho años después, ser abonado no aportaba más beneficio psicosocial que el de ver baloncesto.

Ahora se anuncia un nuevo cambio ceremonial y esta vez es tan importante que se varía el día tradicional del rito del sábado al viernes. Es una medida arriesgada que puede despojar los partidos del Cáceres de toda su ritualidad para reconvertirlo en lo que era hace 15 años: un deporte.